Pensar la Moda en este paréntesis temporal, en este devenir de aconteceres que han gestado la presente excepcionalidad, nos exige volver a anclar nuestra consideración de la Moda en términos de disconformidad entre el ver y el hablar. La Moda se articula en el desfasaje de ambas dimensiones. Comprenderla bajo el parpadeo de tales consideraciones nos permitirá luego abordarla en sus estrategias y acercar especialmente su condición de premonición evitando injuriarla en el umbral de la banalidad.
Mi parpadeo se ha dispuesto y se ha configurado en el trayecto con cierta respiración foucaulteana, que me ha sido esclarecida a través de Gilles Deleuze y que intentaré acomodar en palabras sin prescindir del encanto de una mirada táctil que se ha esforzado en escuchar la Moda. Habilitando, o intentando acercarnos a Foucault en su modo de atravesar, de intervenir, de indagar los fenómenos, lo que nos interesa no son estrictamente los comportamientos sino el ver. Pero no se trata de añadir el ver a la lista de los comportamientos y de concebirlo como uno de tipo visual. Ver, para Foucault, pertenece a un orden distinto al del comportamiento. Ver no es un comportamiento entre los demás sino que es la condición de todo comportamiento de una época. Del mismo modo hablar no es una expresión de la mentalidad sino constituye la condición de la mentalidad de una época.
La Moda implica referirnos al ver y al hablar circunscriptos a una época, en este caso nuestra contemporaneidad pandémica, acotada a una cifra que aún no podemos delimitar como etapa, trayecto que excede incluso nuestra demarcación y que concebimos dentro de un ciclo más amplio. En sentido foucaulteano, podemos decir que desbordamos una historia de los comportamientos y de las mentalidades para elevarnos hacia las condiciones de los comportamientos históricos y de las mentalidades históricas. La Moda tendría la capacidad de condensar qué se dice y qué se ve en una época. Como si cada época pudiera definirse por lo que ve y hace ver, y por lo que dice y hace decir. Sabemos también que decir no es ver. La Moda hace ver aquello que aún no dice y que en su consagración de lo efímero tal vez no llegue a decir. Si lo que veo es un vestido necesariamente lo que digo no es vestido.
Michel Foucault complejiza estas nociones al referir, en el Nacimiento de la Clínica, a lo visible y a lo enunciable. Así como la Clínica es ante todo una nueva manera de hacer ver la enfermedad, podemos pensar que la Moda es una manera de hacer ver la humanidad. La enfermedad no es solamente un conjunto de síntomas, no es solamente visible, es una combinación de signos, es también enunciable. En tanto que el síntoma es visible, el signo es enunciable. Podríamos sostener, entonces, que aquello que le interesa a Foucault es la pareja de las visibilidades y los enunciados, y es desde aquí que, de un modo tal vez herético, en cuanto a lo abrupto del trazado reflexivo, propongo concebir la Moda: es allí que establezco el corte, la pequeñísima abertura, pinza imperfecta que pretendo suturar. Lo enunciable es el enunciado y lo visible la visibilidad [1].
La Moda, al igual que la arquitectura en Foucault, es la instalación de un campo de visibilidad que no pertenece exclusivamente al universo del vestir, sino que debiera aprehenderse entendiéndola en una dimensión no solo más amplia y polifónica, sino también a través de sus manifestaciones multiformes. Por supuesto, Foucault reconoce que hay una diferencia de naturaleza entre el ver y el hablar. No hay isomorfismo: él niega la conformidad, la correspondencia. Nunca se ve eso de lo que se habla y nunca se habla de eso que se ve. Por lo tanto, no hay conjunción entre ver y hablar, sino disyunción. Es en tal disyunción donde el diseño, el arte, la Moda, tienen la capacidad de emitir singularidades, singularidades que en la Moda exacerban el desfasaje temporal propio de su condición de contemporaneidad, de presente perpetuo.
La Moda tartamudea aquello que se configura en visibilidades sin adquirir dimensión enunciable, tantea. Si bien se trata de una dinámica que hace a la naturaleza de la Moda, según nuestra concepción de la misma; podríamos preguntarnos qué ha visto la Moda, qué ha hablado en esta etapa, cómo su propia epidermis le ha permitido anticipar algunas cuestiones. Esta disyunción entre ver y hablar Foucault la piensa en línea con otros pensadores (entre los que Maurice Blanchot destaca especialmente). Lo importante es detectar a qué remite hablar y a qué remite ver. Deleuze explicita que es posible que el ver y el hablar vayan juntos, pero no van juntos aquello a lo que remite el ver y aquello a que remite el hablar. Aquello a lo que remite el ver son visibilidades y aquello a lo que remite el hablar son enunciados. Entre las visibilidades y los enunciados hay una diferencia de naturaleza. Pareciera que Rei Kawakubo es quien ha llevado su obra y su marca Comme des garçons bajo tal recaudo, bajo tal consideración afectando el isomorfismo también en términos de corporalidad. Existe entonces una desincronía entre el cuerpo y el vestido, sincronía de deconstrucción, una especie de investida derrideana que en este período adquiere valoraciones de protección, hermetismo, hábitat individual, distancias imperiosas. Tal vez los consagrados diseñadores orientales –Yohji Yamamoto, Issey Myake y Rei Kawakubo– fueron quienes al invalidar la mímesis corporal, al proponer volver a pensar la espacialidad entre las tipologías y el cuerpo, al embestir la noción de silueta, habilitaron el magnífico desfasaje que ha sido replicado en muecas más jóvenes por generaciones posteriores.
Con cierto riesgo y osadía abstracta podría condensar ciertas cuestiones que iluminara Deleuze en relación a qué es pensar para Foucault con la intención de plantear que la Moda atraviesa estas conformidades sin correspondencia. Así, como ejercitación provocadora, me atrevo a decir que: conforme al ser-saber la Moda es ver y hablar pero en el entremedio de ver y hablar, conforme al ser-poder la Moda es emitir singularidades, es plegar para curvar, de acuerdo al ser sí mismo, la Moda es comprender que el espacio del adentro está topológicamente en contacto con el espacio del afuera. Rei ha tomado con-tacto con la correspondencia sin conformidad, con aquella dimensión de otredad que Deleuze ha denominado zona oceánica o zona atmosférica, zona de despliegue de potencias, movimiento perpetuo. La Moda, algunas noches deambula hasta el amanecer y es allí en ese estado pre-enunciativo donde camina dormida, donde tantea pasillos oníricos, donde choca con el porvenir y simplemente desfila.
Si bien la relación con el cuerpo en la Moda contemporánea ha atravesado distintas etapas, consideramos que el período comprendido entre fines de la década del ‘80 del pasado siglo y proyectivamente, fines de la década del ‘30 del siglo vigente constituye el ciclo en el que la Moda atraviesa su gran pasaje de la finitud a la infinitud –o afinitud–, de la materialización a la desmaterialización, del cuerpo al espectro. Se trataría de un trayecto asimilable a aquello que algunos teóricos mencionan tradicionalmente como los ciclos de la Moda. Nosotros entendemos que estos ciclos ya no podrían ser pensados ajenos al devenir social ni instalados en dinámicas abruptas de doce o dieciséis años, sino que se trata de pasajes más amplios que suelen actuar como bisagras y que, cuando exigen cambios de paradigmas, sus síntomas, signos y manifestaciones se distribuyen gradualmente en ciclos.
Por supuesto, sabemos que las temporadas, las secuencias temporales de la industria de la Moda y el vestir específicamente, ya han galopado la racionalidad climática o el cronograma convencional; es imposible conservar el ritmo de antaño, pero esta situación no impide que el estudio de las condiciones nos exija pensar en ciclos más macro, que consolidan o arrancan los zócalos. Sintéticamente, y solo con el interés de ubicarnos, de poder establecer una cartografía analítica, planteamos que la década del 80 promovió una monumentilización del cuerpo y la década del noventa fomentó cierta estilización de aquello instaurado como monumental atendiendo a la conservación. El inicio del nuevo siglo XXI activó la restauración en su primer decenio para luego gestar la implosión que conduce a un estado de transfiguración, en principio vinculado a lo digital y luego a lo espectral.
La Moda no solo acompaña la redefinición de lo humano sino que brinda el soporte necesario para anclar ciertos paradigmas y enunciados latentes que no suelen acceder aún a la masividad: es desde allí que la entendemos como la epidermis de la cultura o de un estado social macro. La figura de la epidermis permite dar cuenta de cierto acceso a lo sensible y pareciera aún resistirse a la posibilidad de pensar lo ahumano o evitar el contacto. La figura de la epidermis busca condensar el ritmo del latido aun sabiendo que no se trata de un órgano central o jerárquico sino de una superficie capaz de invalidar toda delimitación.
Si bien la atención sobre la relación moda-cuerpo es fundamental para estudiar la Moda, lo es también la concepción escuetamente delineada sobre la no conformidad entre el ver y el hablar propio de cada época y su peculiar discontinuidad temporal abordada ya por Giorgio Agamben. Sabemos que el tiempo de la Moda está constitutivamente adelantado a sí mismo o inactualizado en relación con el “ahora”, arcaico presente. Existen exponentes, o tal vez sujetos en vigilia, que permiten evidenciar tales desacuerdos eficientes que consagran el pasaje de la fantasía a la premonición, de la finitud a la afinitud.
El reciente desfile de Comme des Garçonsfallwinter 2020/2021 –previo a la manifestación pandémica global–, el recordado desfile de Alexander Mc Queen 2001, o las invitaciones espectrales de Balenciaga o la sala de operaciones de Micheleson solo algunos signos que habilitan a pensar la Moda en su estado pre- enunciativo, en algunas de sus noches más diáfanas.
Comme des garcons fall winter 2020
Gucci fall winter 2019 Alexander Mc Queen 2001
Balenciaga, Yilmaz Sen 2019
Por supuesto, disponer de la convicción sobre cómo ha sido el proceso que el problema moda-cuerpo ha atravesado excede a estas páginas y me ha exigido un trayecto continuo de cierta genealogía sin la cual no sería factible detectar el calambre acontecido, el traspié o la mutación en la Moda, ni poder determinar con intenciones pedagógicas las estrategias y pasajes involucrados que me permiten pellizcar cierta dimensión del sentido y capturar la inasible densidad de la Moda en su condición política de aparente banalidad.
Es así que llegamos al problema de la verdad tal como lo planteara Foucault. La verdad siempre fue definida por la conformidad: entre la cosa y la representación, entre el decir y el ver. Foucault afirma que existe un primado de lo enunciado sobre lo visible, más allá de la irreductibilidad de ambos. Pero el primado solo se podría ejercer sobre aquello que se resiste. Hay capturas mutuas, hay vaivenes permanentes e intermitentes que no eluden devenires y flujos continuos. Los enunciados no dejan de captar, de capturar, lo visible; las visibilidades no dejan de captar los enunciados. Es decir, hay un sistema de doble captura. En Esto no es una pipa, Foucault habla de las incisiones de los enunciados en lo visible: “cada uno lanza su flecha al arco del otro. Es una batalla" (Foucault, 2012). La Moda opera con dichas incisiones en una ambigüedad productiva que no exige diferenciar arcos de flechas; ambigüedad que Kawakubo ha consagrado como identidad anticipándose al momento imprevisible.
Llegamos así, en este galope reflexivo, a preguntarnos: ¿Qué es entonces una arqueología? Y nos lo preguntamos porque tenemos cierto juicio provisorio que podría invitarnos a pensar que nuestro tratamiento, nuestro modo de hablar y ver la Moda, guarda relación, o más bien acuerda, con la noción de arqueología según el despliegue de Deleuze. Podríamos responder, de acuerdo a varias lecturas, que la Arqueología es el estudio de las formaciones históricas; sin embargo, sabemos que es distinta de la historia porque la Arqueología se eleva hasta las condiciones de lo visible y lo enunciable. La Historia no puede despejar los enunciados y las visibilidades puras, o por lo menos no puede hacerlo de acuerdo connuestro interés y de acuerdo a nuestro objeto: hace falta un análisis filosófico.
Mi mirada sobre la Moda y en la Moda pretende elevarse y filtrarse en las condiciones de lo visible y lo enunciable sabiendo que tal acción exige el puente de la dimensión filosófica, sabiendo que la Moda se escabulle en aquella disyunción o en aquella disconformidad entre ver y hablar. Tal concepción me permite asumir una dimensión singular en la mirada que, si bien se enriquece, discute, acorrala, avanza con los codos, respira con los párpados y a veces incorpora otras lecturas, no deja de vestirse en otro pasillo.
Así como hemos decidido cómo pensar la Moda resulta relevante definir en qué momento la pensamos y en qué momento atravesamos sus prácticas; consideramos que estamos frente a un problema esencialmente metafísico y la Moda lo sabe.
Despierto.
Referencias bibliográficas
AGAMBEN, G.(2011) Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
BLANCHOT, M. (2008)La conversación infinita,Madrid, Arena libros.
BOLTON A.(2017) Rei Kawakubo, Art of in the between, Metropolitan Museum of Art, Yale University Press.
COCCIA, E. (2011) La vida sensible, Buenos Aires, Marea.
DELEUZE, G.(2014a) El saber. Curso sobre Foucault, Tomo I, Buenos Aires, Cactus.
--- (2014b) La subjetivación. Curso sobre Foucault, Tomo III, Buenos Aires, Cactus.
FOUCAULT, M. (1976) Historia de la locura en la época clásica, Buenos Aires, Fondo de cultura económica.
--- (1980) “Body / Power”, en GORDON, C. (comp.), Power / Knowledge: Selected Interviews and other Writings 1972-77, New York, Pantheon Books.
--- (1991) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI.
--- (1992) El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets.
--- (1996) Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona, Paidós.
--- (2012) Lecciones sobre la voluntad de saber, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Notas: [1] Somos conscientes de la dificultad que implica comprender la noción de enunciado en la obra de Foucault. Sabemos que los enunciados no están inmediatamente dados y que no serán inmediatamente legibles. Es el arqueólogo quien tiene la capacidad de leer y extraer los enunciados de una época. Sabemos que aquello que Foucault denomina enunciado no se reduce a las palabras, a las proposiciones o a los actos de habla, ni a aquello de que trataran los lingüistas. Sin embargo Foucault acudirá a los lingüistas Bloomfield y Harris para incorporar el término corpus. Así como los lingüistas se ocuparán de despejar las regularidades del corpus, Foucault despejará las regularidades enunciativas e incluso pensará los enunciados sin referente o sin referencia. Es ese tratamiento el que ameritaría la Moda: es allí donde nuestra mirada se intercepta.
Turquesa Topper
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