Malthus, espectro de la escasez. Ensayo sobre el plus-de-vida del capital cibernético
Los sanos principios filosóficos no me permiten modificar mi opinión respecto a la mortalidad del hombre sobre la tierra, en tanto no se me demuestre claramente que la raza humana ha realizado y está realizando decididos progresos hacia una ilimitada duración de la vida.
Robert Malthus
Sobre la palabra humanidad, que es el título de un diario francés, pero universal; que es el diario L´Humanité que da hospitalidad a todos los hombres y mujeres de cultura de izquierda, más allá de cualquier ortodoxia comunista; que es un concepto de humanidad, es decir la humanidad del hombre como promesa, es un concepto nuevo que plantea la cuestión de lo propio del hombre; que la humanidad es la humanidad del hombre y la mujer, lo cual es distinto a la paridad y la diferencia sexual; que la humanidad es el horizonte de una nueva internacional, más allá de la soberanía del Estado nacional y del cosmopolitismo; que la humanidad, tanto respecto de las nuevas técnicas biogenéticas como de la virtualización multimediática o del nuevo espacio público, será un nuevo más allá espectral de la oposición vida/muerte, presencia/ausencia, privado/público, Estado/sociedad/familia; que la humanidad es plural es también el desafío de viejas humanidades; que la humanidad es el tema de una reflexión crítica sobre la “mundialización” como humanización…
Jacques Derrida
sociología tecnológica
I. Contratendencias
La naturaleza no es aquello que limita al hombre: fue el insumo a partir del cual el trabajo vivo subsumido al capital industrial produjo al infinito mercantil del mercado mundial como Idea absoluta[1]. El cenit de este proceso sobreviene en el propio trabajo vivo-cognitivo al crear naturaleza a partir de la naturaleza: trabajo vivo que produce trabajo vivo[2] y ya no la actualidad acumulada del trabajo pretérito o muerto. Constituye una determinación cualitativa del capital cuyo campo de ocupación ahora sobrepasa considerablemente a la industria, al comercio, a las finanzas, etc., informatizando al propio lazo social, mediante algoritmos, tiende a la automatización de las relaciones sociales en general. La figura correspondiente a la lógica del capital que adaptamos para interpretar este complejo proceso la hemos denominado capital cibernético[3].
La ejecución de la subsunción de la naturaleza a las fuerzas del capital aconteció en el propio texto de Marx, Das Kapital. El resultado fue la realización de la naturaleza como valor[4]. Inició la actual catástrofe ambiental planetaria: el capital que ha subsumido a la tierra como mercado mundial lleva al límite la posibilidad misma de la vida. Este “llevar al límite la posibilidad misma de la vida” es el acaecer sustancial de la dialéctica del capital: la necesidad de destruir (la finitud sensible del cuerpo) para producir (la infinitud de la Razón). Esta dinámica de la destrucción creadora no la inventó un economista, Schumpeter. Es constitutiva del movimiento absoluto de la Razón: “Pero la razón, el pensamiento, etc., ¿deberían no poder ir más allá del límite? La razón, que es lo universal, lo que por sí está por encima de la particularidad, vale decir, por encima y más allá de toda particularidad, es sólo el superar el límite. Por cierto, que no todo ir más allá y estar más allá del límite es una verdadera liberación con respecto a él, una verdadera afirmación…[5]”. Hegel lo nombró como Aufhebung allí donde Marx encontró una pista de la lógica dialéctica de la producción material en general y del modo en que el capital resuelve la cuestión del límite en particular. Llevar al límite a la naturaleza es el modo mediante el cual el capital pone al límite como límite. Este límite de sus propias fuerzas productivas es consecuencia del apoderamiento de las fuerzas naturales en cuanto fuerzas sociales. La expresión ideal del proceso es el conocimiento científico de la estructura de la vida y su manipulación y recreación artificial o técnica: la historia íntima de la tékne[6].
Al despojar a la naturaleza de sus insondables misterios y reducirla a materia prima de las fuerzas productivas del trabajo: el capital domina científicamente a la tierra como mercado mundial. Deroga el espacio (geográfico) por medio del tiempo (de producción). De este modo, el capital religa al planeta en la circulación mercantil cuanto más desarrolla los medios de comunicación de la sociedad. Es el capital quién desarrolla la “autopoiesis” de la comunicación; no la comunicación misma mistificada por la cibernética de los sistemas sociales[7]. No obstante el carácter abstracto e idealista de la sociología de Niklas Luhmann: su mirada de águila sobre la evolución de la sociedad no tiene parangón en la teoría social contemporánea:
Las relaciones causales entre física técnicamente preparada e información comunicada se liberan de toda superposición y se establecen ahora en la forma de acoplamiento estructural, lo cual significa, por un lado, que el sistema de comunicación de la sociedad se vuelve cada vez más dependiente de los acoplamientos estructurales (tecnológicamente condicionados) con los datos de su entorno… Así la telecomunicación -teléfono, fax y correo electrónico- hace que las limitaciones espaciales (y por tanto también temporales) todavía existentes tiendan a cero… ¿cuál es el efecto que se produce en la comunicación de la sociedad cuando se ve influida por el saber mediado por las computadoras? Lo que realmente se observa son redes de interconexión que operan mundialmente para coleccionar, evaluar y hacer disponibles datos -como sucede en el campo de la medicina, en el cual se opera sobre temas específicos, aunque sin limitación espacial. En esto podría encontrarse otro argumento para el hecho de una sociedad del mundo que intensifica y acelera las comunicaciones de tal manera que sin estos nuevos medios de difusión no sería posible[8].
Desde su teoría de los sistemas Luhmann abstrajo con precisión el modo mediante el cual el capital cibernético se presenta y desarrolla una sociedad mundial de la comunicación. Pero el idealismo de su teoría es ciego ante la evidencia de que la extensión del mercado en la sociedad del mundo es el desarrollo universal de las fuerzas del trabajo. Por eso, para una sociología crítica, materialista y humanista: la expresión científica de la comunicación como teoría no es ni puede ser otra que el desarrollo de las fuerzas productivas y, en consecuencia, de las condiciones reales de posibilidad de una sociedad del mundo o civilización mundial:
La barrera del capital consiste en que todo este desarrollo se efectúa antitéticamente y en que la elaboración de las fuerzas productivas, de la riqueza en general, etc., del saber etc., se presenta de tal suerte que el propio individuo laborioso se enajena; se comporta con las condiciones elaboradas a partir de él no como con las condiciones de su propia riqueza, sino de la riqueza ajena y de su propia pobreza. Esta forma antitética misma, sin embargo, es pasajera y produce las condiciones reales de su propia abolición. El resultado es: el desarrollo general, conforme a su tendencia y potencialmente de las fuerzas productivas – de la riqueza en general- como base, y asimismo la universalidad de la comunicación, por ende, el mercado mundial como base. La base como posibilidad del desarrollo universal del individuo, y el desarrollo real de los individuos, a partir de esta base, como constante abolición de su traba, que es sentida como una traba y no como un límite sagrado. La universalidad del individuo, no como universalidad pensada o imaginada, sino como universalidad de sus relaciones reales e ideales. De ahí, también, compresión de su propia historia como un proceso y conocimiento de la naturaleza (el cual existe asimismo como poder práctico sobre ésta) como su cuerpo real. El proceso mismo del desarrollo, puesto y sabido como supuesto del mismo. Para ello, no obstante, es necesario ante todo que el desarrollo pleno de las fuerzas productivas se haya convertido en condición de la producción; que determinadas condiciones de la producción no estén puestas como límites para el desarrollo de las fuerzas productivas[9].
No vemos en la Internet la riqueza de nuestra comunicación, saber e inteligencia sino el poder de las corporaciones digitales que se apropiaron del conocimiento y la actividad social y nos presentan la acumulación de nuestras experiencias como enajenación de la inteligencia o IA. El capital pone el límite como límite inmanente o propio: una negación como determinación. El capital es la conciencia (enajenada) de las fuerzas productivas que saben que las condiciones exteriores que se oponen a su expansión y reproducción aparecen como tales porque constituyen un déficit en el desarrollo inherente a su potencia material. Antes del capital, la objetividad de los límites de los modos de producción no se presenta como desafío subjetivo al trabajo (“apremio al progreso de la ciencia y la técnica”) sino en cuanto leyes férreas dotadas de una positividad fatal asimilada por la ideología de los pueblos bajo el folklore magmático, indiferenciado, de los nubarrones místicos, religiosos, arquetípicos, etc. La verdad no es otra que la transformación del mono en humano mediante el trabajo: la forma evolutiva más perfeccionada del trabajo social -el capital- descubre en los modos de producción anteriores su diferencia histórica: que allí donde la producción precapitalista derrotó la escasez se liquidó como modo de producción mientras que el capitalismo hace de esa derrota la condición necesaria de su existencia y de sus crisis cíclicas por sobreproducción[10].
Idiotez que Marx denuncia en Malthus[11], y en todos lo malthusianos de su tiempo y del porvenir, en cuanto transforman los límites inmanentes, históricos y mutables de las fuerzas productivas en frenos meramente exteriores: límites que no están fundados económicamente en la producción material sino teológicamente en la ley natural o eterna. La consecuencia del razonamiento es que los límites de la producción material no están concebidos como límites objetivos de la actividad productiva del sujeto. Se exponen, una y otra vez en su repetición, como obstáculos inmanentes de la “esencia” (teológica) del humano: el insaciable apetito de una máquina de coger que supera en progresión geométrica el aumento aritmético del pan nuestro de cada día. Malthus desconoce que la reproducción biológica sigue a la reproducción social (dominada por el capital) y nada tiene que ver con los medios de supervivencia. Marx corrige la tanatopolítica de Malthus con la biopolítica afirmativa del capital[12]. ¿Cómo interpretamos esta “biopolítica afirmativa”? La interpretamos como la persistencia de lo no-idéntico en la identidad del capital y la naturaleza.
El capital busca abolir a la naturaleza como alteridad. No lo logra jamás. Porque lo real de la naturaleza es aquello que, idéntico a sí mismo, resiste, estemos o no estemos nosotros[13]. No obstante, descubrimos en esa imposibilidad, justamente, la potencia del sujeto: que el concepto da cuenta de lo real sin asimilarlo absolutamente[14]. Proeza de la estética del invernadero de la existencia como ideal burgués; un palacio de cristal capaz de comandar la totalidad de las fuerzas productivas mediante un teclado: la comodidad metafísica de planificar el mundo de la vida sin salir de casa. Se evidenció en la capacidad objetiva de disfrutar (al menos al inicio) de una pandemia como entretenimiento hogareño de consumismo y recuperación del tiempo familiar perdido. Fantasía bien predispuesta, objetivamente predispuesta, por la tecnología del capital. Este “placer” del consumismo (que produjo una sobreinversión en las propias empresas del capital cibernético) se trastocó en distopía del encierro, a priori, estaba ya diseñada, por el liberalismo occidental: la espectacular cristalización de la sociedad mundial en hechos planetarios, vividos en tiempo real, combinando apocalipsis y sillón. La pandemia del Covid 19 terminó de tirar al tacho de basura los rezos posmodernos de las epistemologías subjetivistas (“todo es una construcción social”) poniendo en crisis, desde la realidad biológica de un virus, a los abordajes institucionales aún anclados en perspectivas nacionalistas. Si propició episodios aún vigentes de “desglobalización” solamente lo hizo a condición de volver a replantear la coordinación político-institucional de la globalización[15], por un lado, y los términos en disputa de la consolidación del dinero virtual internacional[16].
En efecto, la pandemia ha sido un gran acicate para robustecer (al tiempo que se dispararon las estadísticas del cibercrimen) los sistemas informáticos de la trama internacional del trabajo inmaterial o cognitivo haciendo de la economía digital una realidad práctica, cotidiana, para un sinnúmero de profesionales independientes que a lo largo y ancho del planeta vendieron y venden su fuerza de trabajo en espacios de valor extranjeros: un entramado sigiloso, constante, que ha requerido de criptomonedas para lograr conversiones de flujos monetarios internacionales en monedas nacionales, para esquivar impuestos, para hacer posible la fluidez y velocidad de las remisiones. La bobería chauvinista no observa esta maravillosa y sofisticada trama internacional (los llamados “libertarios” la captan con vertiginosa adaptación) y solo retiene para su análisis el ingrediente ideológico-geopolítico: la espuma de los conflictos de la competencia intercapitalista por el capital tecnológico ocluye con semántica periodística (“desglobalización” o “retorno de los vectores nacionales”) ni más ni menos que la transformación conceptual del dinero.
Se trata de la transmutación de la forma del dinero hacia la forma digital del valor (no implica que las cripto ocupen el lugar de reserva de valor) está en la naturaleza objetiva del proceso de circulación del capital cibernético en el mercado mundial[17]. No hay que olvidar que la finalidad del intercambio es transmutar la materia -el comercio social de la materia incluida, desde ya, la naturaleza- y es esta transmutación misma la que imprime su tipicidad. Esta tipicidad está dada, precisamente, por la necesidad del cambio social de la materia. Actualmente, solo el carácter inmaterial, digital, informático de los flujos del dinero asegura verdaderamente la producción y reproducción del valor de la sociedad mundial. Fluidez y velocidad en el desplazamiento de remisiones de dinero y de capital que incluye el desplazamiento y la producción masiva del inmigrante ilegal en cuanto pobreza absoluta[18]. Entramado, dinámica internacional -decimos- que no solo ha transformado a las redes 2.0 de la cibercriminalidad narcótica y estafadora en vanguardias de la reforma del sistema penal, sino que constituye una dinámica laboral subterránea, informal, en el medio de una crisis de representación que incluye una guerra tecnológica y militar por posiciones privilegiadas al interior del Imperio. Es que el modo de producción del capital no es absolutamente irracional (aparece en la superficie del sentido común con representaciones impresionistas de voracidad, saqueo, extractivismo, militarismo y devastación) porque contiene núcleos de racionalidad que suministran poderosas contratendencias: el capital se vuelve ecológico, empieza a cuidar el medio ambiente, (sobre) invierte en energías limpias: busca superar los límites de la civilización del petróleo con energía ilimitada (fusión nuclear[19]). ¿Qué decimos?
De un tirón: afirmamos que existe un plus-de-vida, en cuanto plusvalor algorítmico aplicado a la estructura (jerárquica) de la vida, y constituye una contratendencia del capital respecto a los límites biológicos de los recursos que subsume su producción global: trasfigurar los recursos no renovables de la tierra en potencialmente indefinidos.
En el proceso de esta transfiguración, el humano pasa a vivir cien años[20].
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Interludio económico
La producción material de la sociedad se divide, anualmente, en dos partes. La primera parte repone los medios de producción gastados (materia prima, máquinas, etc.) que hay que detraer del producto económico total. Se trata de la actualización, año tras año, del trabajo muerto o pretérito. La segunda parte es el nuevo producto creado por el trabajo productivo (la producción de valor mercantil) durante el año y se divide en ingresos de los trabajadores, plusvalor para el capital, renta de la tierra para el terrateniente. Lo que llamamos plusvalor algorítmico opera en cuanto esfera inmaterial de producción abierta al futuro de la dominación del capital sobre el trabajo vivo. De la producción inmaterial creada por los trabajadores cognitivos existen determinados trabajos científicos-tecnológicos que actualizan, entrenan, reparan, etc., sistemas informáticos vigentes[21]. Esa producción reproduce las formas clásicas del plusvalor relativo y sus picos extraordinarios y pasajeros de ganancias (corresponde a la primera parte-reposición) Pero existen otros trabajos científicos-tecnológicos diferenciados, específicos, que persiguen, directamente, la innovación radical o sistémica del estado de la tecnología (corresponde a la segunda parte-nuevo valor). Esta innovación está capturada como capital tecnológico y constituye una capacidad general de innovación que resulta excluyente y monopólica. De esta segundo parte de la producción inmaterial de la sociedad -dedicada a la investigación y desarrollo de largo aliento- emergen ideas, fórmulas, algoritmos, etc. que constituyen la ciencia básica de un sin número de futuras aplicaciones tecnológicas potencialmente creadoras de “ecosistemas” o subsistemas económicos. Esos trabajadores cognitivos (programadores que diseñaron un nuevo algoritmo, biotecnólogos que descubrieron una nueva utilización de una proteína, etc.) realizan descubrimientos fundamentales o esenciales por los cuales reciben ingresos muy elevados -comparados con el resto de la clase trabajadora mundial y también respecto a empresarios nacionales del capital tecnológicamente no innovador- pero no reciben un centavo del inmenso horizonte inversor abierto por esos mismos descubrimientos fundamentales ahora en manos exclusivas y excluyentes de la empresa de capital en cuanto propietaria de esa fuerza productiva-cognitiva. Esa capacidad monopolizada de explotación de descubrimientos esenciales (“bienes irreproducibles”) realizada específicamente en el sector de las tecnologías de las comunicaciones permite, mediante el acopio de gigantescas masas de datos, predecir el comportamiento de la actividad social general: la denominamos plusvalor algorítmico[22]. Y llamamos plus-de-vida al efecto artificial, resultado de la producción algorítmica (IA) aplicada sobre la estructura biológica[23] del Homo, que rehabilita, cura, edita, prolonga, anticipa e intervine su cuerpo mediante bienes industriales bio-tecnológicos. Designamos como cyborg a la figura que emerge en la interfaz Homo-Computación o en el cruce Viviente-Cibernética[24]. Dicho sintéticamente: mientras la producción material repone, actualiza y produce valor mediante la subsunción del trabajo vivo al trabajo objetivado: la producción inmaterial-algorítmica[25] además de actualizar los sistemas dados subsume trabajo vivo a partir del trabajo vivo en laboratorios del capital. El resultado ya no es la potenciación del trabajo muerto mediante las formas industriales del plusvalor sino la potenciación del trabajo vivo mediante un plusvalor algorítmico que el capital extrae de la subsunción real de la sociedad. Es la vida como potencia de la tecnología biológica y social.
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Resumamos nuestra oferta interpretativa antes de seguir avanzando: 1) el capitalismo industrial puede reducirse a la historia del dominio de la naturaleza como condición del dominio del hombre por el hombre a través del dominio de la técnica; 2) la propia trascendencia de la técnica -su perfección- se prolonga como interiorización de esa dominación: dominación de la naturaleza humana en cuanto superación de los límites biológicos de la especie; 3) esta superación continúa la matematización y formalización de la naturaleza[26] (inigualablemente denunciadas por Husserl en su Krisis) hacia su completa reducción a código: sistemas e información; 4) Identificamos ese proceso epocal (en el cual Martin Heidegger observó el fin de la filosofía) como cibernética[27]; 5) Este proceso no nos remite a la historia intelectual de un concepto, ni mucho menos a la “toma del poder” por parte de tecnólogos, programadores e informáticos, sino que constituye una transformación cualitativa del modo de producción del capital, nuevos modos extraer y producir plusvalor a partir de conocer y dominar más al trabajo vivo; 6) denominamos plusvalor algorítmico a esta forma de extraer conocimiento de la sociedad y transformarla en una dirección que la automatiza al tiempo que interviene bio-tecnológicamente el cuerpo del Homo; 7) llamamos plus-de-vida al efecto de extensión vital de la propia reproducción del capital en el humano.
Vayamos ahora a la escolástica del sentido común económico, al clérigo Malthus.
Foto: Imagen diseñada por una IA a la cual se le solicitó que dibujara el capitalismo cibernético
II. El pensamiento bestial del capital y la perspectiva del Grundrisse
El pensamiento burgués del cura Malthus constituye el espectro de la ciencia económica entendida como “escasez”; imbécil Manual de Economía de Mochón y Beker. Se trata de una máquina de guerra abstracta contra los pobres: los recursos naturales no alcanzan por la pasión reproductiva y la incapacidad de la especie de producir alimentos suficientes para saciar la máquina de coger del Homo Sapiens. Como diría Perón en paritarias: la producción de alimentos sube por las escaleras, la producción de bebes sube por el ascensor. La máquina de coger de Homo se regula mediante el hambre y la guerra. Si la cría de bebes se eleva demasiado sobre los medios de subsistencia: el hambre y la miseria corrigen el asunto mediante la guadaña de las clases bajas. Así se configura la conciencia de las clases medias respecto a la virtud del pueblo: la dignidad del pobre equivale a austeridad, preservativo, comida saludable y plusvalor absoluto. Malthus puede representar también el susurro de una alarma ecológica inquietante[28]. Aunque la mayoría de las veces su espectro condensó una línea de pensamiento, un arco histórico, que representa a una burguesía políticamente hegemónica que afirma, de mil modos distintos, a la escasez como excusa para la guerra de clases[29]: no hay suficientes alimentos para todos, no hay suficiente energía para todos, no hay suficiente trabajo para todos, no hay suficientes vacunas para todos, etc. Este arco de ataque contra el proletariado toma diversos nombres a lo largo del tiempo (darwinismo, positivismo, racismo, neoliberalismo, transhumanismo, etc.) bajo una premisa idéntica: los recursos son escasos, la lucha por los recursos está escrita en la naturaleza de las cosas, la victoria del más apto es la consecuencia natural de una ley eterna. Proyecta sobre la eternidad una situación histórica, específica de mercado. El resultado es un habitus intelectual paranoico que confunde la crítica al progreso infinito de la ilustración con un apocalipsis inminente: siempre tiene en mente un desabastecimiento que corregirá a la sociedad de los delirios del vano intento de la humanidad de procurar su perfectibilidad: la escasez nos inmuniza de la peste:
El desaliento provocado por las dificultades para el matrimonio, las viciosas costumbres que esto acarrea, las guerras, el lujo, la despoblación silenciosa pero evidente de las grandes urbes, las habitaciones demasiado angostas y la alimentación insuficiente de muchas gentes pobres, evitan que la población rebase los medios de subsistencia, y si se me permite utilizar una expresión que sin duda a primera vista parecerá extraña, hacen innecesarias las grandes y devastadoras epidemias que eliminan la población sobrante[30].
Las tesis de clérigo Malthus son tan delirantes como siniestras, dignas de las distopías del streaming pochoclo. No solo la pobreza mundial nos debería haber ahorrado la pandemia del Covid 19. Siguiendo su afirmación de que la felicidad de un país depende del “aumento anual de su producción de alimentos” respecto al “crecimiento anual de su población”, los años 21-22 debieran haber sido -dado el récord de cosechas agrarias y el crecimiento moderado de la población, según el censo 2022- los años más felices de la historia argentina. Otro tanto la idea de que los vicios son “agentes activos y eficaces de despoblación” cuando, en rigor, constituyen un poderoso, quizás el más poderoso, acicate para la industria moderna, para el crecimiento del capital. Más capital, más población. Acumulación de capital = acumulación de proletariado. Así como el desarrollo de la cripto-privacidad del ciudadano depende del aumento decidido de las ciberguerras y la ciberdelincuencia, las reformas educativas que vuelvan a situar lo básico (leer, escribir, interpretar ideas principales) del humano dependen de una expansión asfixiante de tecnologías fuertemente adictivas que pongan al sistema educativo en una crisis de sentido paralela a las crisis de abstinencia de aquellas otras industrias mundialmente lucrativas del vicio: las drogas, el alcohol, la prostitución. Pero nada irrita más a Don Malthus que aquello que afirma Condorcet como una perfectibilidad orgánica del humano basada en la perfectibilidad de la producción social y de la técnica:
Del progreso de la medicina, de una alimentación y vivienda más saludables, de una forma de vida que aumente la fuerza corporal a través del ejercicio físico, sin perjudicarla por el exceso del mismo, de la destrucción de las dos grandes causas de la degradación del hombre -la miseria y el exceso de riqueza-, de la eliminación gradual de las enfermedades hereditarias y contagiosas, merced a un mejor conocimiento de nuestro organismo, que el progreso de la razón y del orden social hace más eficaz; de todas estas consideraciones infiere el señor Condorcet que, sin alcanzar la inmortalidad absoluta, el tiempo entre el nacimiento y la muerte natural del hombre se hará cada vez más largo, y, careciendo de límite, puede perfectamente ser calificado por la palabra indefinido. Pasa luego a definir esa palabra, que según el significa ora el constante acercamiento a una extensión ilimitada, sin alcanzarla jamás, ora un aumento en la inmensidad de las edades hasta una prolongación superior a cualquier cantidad asignables[31].
Este plus-de-vida es la mayor de las pesadillas de todos los malthusianos. Para todos los que creen que “el ajuste” es el modo de corregir conductas improductivas de la clase trabajadora y del gasto público cuando es, en realidad, el modo mediante el cual la crisis reestablece, en todo caso, el exceso de inversión de capital (y el capital ficticio resultante de la pura especulación) a sus fundamentos reales. Sin embargo, el plus-de-vida acontece: la medicina se vuelve más holística, compleja, precisa, universal; la alimentación cada vez más se aleja de la cría de animales hacia la cría artificial, por medios tecnológicos, en laboratorios; los complementos alimentarios son cada vez más potentes, no solo respecto de la desnutrición infantil, sino respecto de la recomposición muscular e inmunológica del adulto; las reformas fiscales progresivas resultan cada vez más urgentes para la propia gobernabilidad del sistema capitalista, gravando a los más ricos, se financien desde obras de infraestructuras claves hasta subsidios básicos para el trabajo y la salud pueblo… Los ejemplos son numerosos y, al momento de escribirlos, ya percibimos su anacronismo frente a un tiempo de notable aceleración de los descubrimientos científicos: aceleración que se presenta como un servicio a comprar en el mercado de las IA. Cabe preguntarse por el carozo de las advertencias teológicas del señor Malthus: ¿cuál es su problema? Su problema es el mismo problema de todos los burgueses contrarrevolucionarios: que el humano niega su condición de criatura en la consciencia de su propia fuerza bajo el capital.
Si siguiéramos con detenimiento cada una de las estupideces del cura Malthus -frases petulantes esgrimidas contra Adam Smith del tipo “considero improductiva la mano de obra manufacturera en comparación con la agrícola”- este ensayo sería muy extenso y asumiría una empresa anacrónica. La fuerza de este anacrónico “Primer ensayo sobre la población” no yace en la letra sino en su espectro. La fuerza del texto de Malthus es una retórica del sentido común del capital ante el estancamiento de las fuerzas productivas. No hay comida para todos. No hay derecho para todos. No hay trabajo para todos. No hay energía para todos. Que haya muertos de hambre permite que “los negros de mierda” piensen dos veces si es mejor comer o robar preservativos en el nombre del “cuidado sexoafectivo del otre”. Que haya miles de vecinos “viviendo” sin luz es inevitable si lo que se desea es ver feliz a “la juventud de bien” que disfruta a la Rosalía en el Lollapalooza de San Isidro. Mejor, volvamos.
¿Qué dicen los Grundrisse?
Marx, en sus borradores, ya observa con claridad que la expresión “población excedente” o “sobrante” o “desechos humanos” no es otra cosa que capacidad excedente de trabajo por encima del trabajo necesario o “población necesaria”. Ahora bien, esto es para Marx el abc del capital, su naturaleza misma le impone comandar trabajo social-necesario solo si el plustrabajo se logra valorizar en cuanto plusvalor mediante la sanción social del mercado, esto es, si la venta se traba, esa capacidad de trabajo no aparece como necesaria, sino que aparece al margen “de sus condiciones de reproducción”. Aquí Marx expone lo fantasmagórico del mundo del trabajo desocupado cuando afirma que “existe sin sus condiciones de existencia, como estorbos, necesidades sin los medios de satisfacción”. Este trabajo socialmente innecesario, no sancionado por la venta en el mercado, este trabajo que existe pero que no se objetiva como mercancía (la mercancía posee valor socialmente necesario) es trabajo superfluo, no valoriza ningún capital. La “población sobrante” no es otra cosa que el efecto del aumento de la fuerza productiva del capital que consiste en aumentar “la proporción del plustrabajo frente al necesario o reducir la porción de trabajo necesario”. Al crecer el plustrabajo en proporción al trabajo necesario: el propio desarrollo material torna redundantes unas capacidades laborales que, en la superficie de la economía, aparecen como superpoblación. Pero esa población sobrante no existe sino porque el capital la pone como tal en tanto capacidad de trabajo innecesaria. Esta población sobrante no se produce como población obrera sino como mero ser viviente. Es el humano desubjetivado, desposeído de humanidad. Este estado de no-posesión es el estado en que el hombre se encuentra completamente separado de la objetividad: no hay subjetividad sino necesidad sin satisfacción. Dice Marx: “se lo mantiene por compasión”. Es la figura del lumpen, del pauperismo. Aquí, la penetración de la inteligencia de Marx observa la utilidad que tiene esta “compasión”. Brota, entonces, las figuras del pauper, ejército de reserva, lumpen:
Parcialmente el capital se quita de encima los costos de reproducción de la clase obrera y de esta manera pauperiza en su beneficio una parte de la población restante. El capital, por otra parte, en virtud de que se reproduce continuamente como pluscapital, tiene tanto la tendencia de poner como la de abolir ese pauperismo. Opera en direcciones contrapuestas: en un momento prepondera una, en otro la contraria. Por último, el poner del pluscapital implica tres cosas: 1) Para que se le ponga en movimiento requiere de una población creciente; si la población relativa que necesita se ha reducido, ello se debe a que el mismo ha crecido tanto más; 2) requiere que una parte de la población esté desocupada (relativamente, al menos), o sea una sobrepoblación relativa, de modo de encontrar la población inmediatamente disponible para el crecimiento del pluscapital; 3) en determinado nivel de las fuerzas productivas el plusvalor puede estar disponible pero aún no en la medida, en las proporciones, como para ser empleado en cualidad de capital. No solo está puesto un mínimo del nivel de producción, sino un mínimo de la expansión de tal nivel. En este caso, pluscapital y población excedente. Puede, igualmente, haber población excedente, pero no bastar, no estar en proporciones requeridas para la plusproducción[32].
Marx retoma estas ideas de sus borradores en Das Kapital cuando el problema del pauper le formule la ley general de acumulación del capital: que la magnitud relativa del ejército industrial de reserva crece a medida que crecen las potencias de la riqueza. Es que cada vez que el capital descubra nuevas esferas de producción[33] asimismo echará mano de ese ejército de reserva por él mismo formado (grandes masas de desocupados) para incorporarlo según la necesidad media de valorización del capital. El “desecho humano” (que tanto el vaticano como el viejo Bauman denunciaron respecto al “capitalismo financiero”) es, tanto para Marx como para Malthus, conditio sine qua non de la modernidad industrial. La superpoblación relativa, el ejército de reserva, la figura del pauper —la humanidad sobrante de un campo popular— presiona sobre el ejército de trabajadores activos, en los momentos de estancamiento, recesión y prosperidad media, al tiempo que mantiene a raya las pretensiones de la clase en los momentos de sobreproducción y expansión capitalista. La ley de oferta y demanda del trabajo (el mercado laboral) o el “movimiento general del salario” se regula por la expansión y contracción de la reserva del trabajo con relación al ciclo industrial. El ejército de reserva en Marx no es pasajero, sino diverso y constante. Es, precisamente, quien constriñe a la clase a moverse dentro de los límites de la explotación y la dominación del capital. El llamado “precariado” vive desde la cuna del capital industrial. No es ningún invento de “la posmodernidad”, ni de la “incorporación de robótica”. La superpoblación relativa, para Marx, puede ser flotante (aumento de la cantidad obrera ocupada aunque siempre en proporción decreciente a la escala de la producción); latente (una parte del proletariado está al acecho de una coyuntura favorable para saltar de rama productiva, son las franjas del ejército de reserva que está a punto de incorporarse a la filas del proletariado); estancada (son los trabajadores activos que viven por debajo del nivel normal de la clase trabajadora, Marx aquí identifica al trabajo domiciliario, a los trabajadores de ramas industriales que van desapareciendo, trabajos manuales, artesanales, la famosa “economía popular”, cuyo volumen crece a medida que la extensión y la intensidad de la acumulación hacen que aumente la humanidad sobrante) o lumpen (“últimos despojos de la superpoblación relativa”) Además de putas, chorros y vagabundos: Marx identifica tres capas del lumpenproletariado: 1) los que pueden trabajar (aumentan con las crisis y descienden en cuanto se reanima el ciclo); 2) la reproducción de indigentes (se enrolan rápidamente al ejército activo del trabajo cualquiera éste sea); 3) los incapaces de trabajar (las personas con discapacidad -física, psíquica, cognitiva o intelectual- que el capital expulsa a los hombros de la clase trabajadora y del Estado). Toda esta paja sobre “la economía popular”, toda esa indignación sorprendida por el estereotipo mediático de pobres y presos, toda esa izquierda sociológicamente chamuyera que nos habla de un “ejército de reserva cada vez menos de reserva”, todo ese gangoso discurso sobre “la pobreza estructural”… Nada más que masajes cristianos para las almas destinado a financiar doctorados, becas, viajes a Roma, metodologías de investigación y medición de indigentes, creencia en la Justicia Social, hipérboles del conurbano bonaerense como síntesis de la política argentina: interminables sandeces de la pólvora recién inventada en la Universidad Católica Argentina:
Cuanto mayores sean la riqueza social, el capital en funciones y la extensión e intensidad de su crecimiento; cuanto mayores sean, por tanto, el volumen absoluto del proletariado y la fuerza productiva de su trabajo, mayor será también el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla obedeciendo a las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud relativa del ejército de reserva crece, por tanto, a medida que crecen las potencias de la riqueza. Y cuanto mayor sea este ejército de reserva en proporción al ejército obrero en activo, mayor será el volumen de la superpoblación consolidada, cuya miseria se halla en razón inversa a los tormentos de su trabajo. Por último, cuanto más se extienda esta capa de los Lázaros de la clase obrera y el ejército industrial de reserva, mayor será el pauperismo oficial. Tal es la ley absoluta, general, de la acumulación capitalista… Por consiguiente, el más rápido crecimiento de los medios de producción y de la productividad del trabajo con respecto a la población productiva se expresa dentro del capitalismo, en el sentido contrario, a saber: en el sentido de que la población obrera crece siempre más rápidamente que las necesidades de valorización del capital… Por último, la ley que se encarga de mantener siempre la superpoblación relativa o el ejército industrial de reserva en equilibrio con la extensión y la intensidad de la acumulación ata al obrero al capital con cadenas más fuertes, como las cuñas de Hefesto clavaban a Prometeo a la roca. Esta ley condiciona una acumulación de la miseria a tono con la acumulación de capital. La acumulación de la riqueza en uno de los polos es, por tanto, en el otro polo, es decir, en el polo de la clase que produce su propio producto como capital, acumulación de la miseria, tormentos del trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral[34].
III. Fe en el caos
Volvamos al principio. El trabajo humano -el único capaz de materializar, en el tiempo, los horizontes abiertos por el espíritu absoluto- ha identificado, desde los orígenes de la civilización, a su principal enemigo existencial: la escasez. Acabar finalmente con el hambre, la falta de recursos, la escasez en general ha sido el modo mediante el cual la dominación hizo pagar, en los altares de los ídolos, el sacrificio debido a la supresión de la producción. El ídolo del pensamiento humano ya señalaba esa voluntad de poder. En el ídolo mismo estaba ya in nuce la historia de nuestros deseos más profundos: las máscaras del trabajo social no son máscaras mortuorias ni velos para ocultar alguna carencia real sino producciones deseantes que expresan lo que se es capaz de hacer si determinados condicionamientos fueran abolidos. Las máscaras no encubren lo que somos: exponen lo que seremos. Curar a un ciego, volar como pájaro, destruir definitivamente al pueblo enemigo mediante el fuego purificador. Con la advenida del capital, la tierra misma se ha modificado. Por primera vez en la historia de la producción, el excedente quedaba relativamente desligado de la necesidad y totalmente religado al deseo: la producción material se erigía ella misma como fin sin importar si lo que la causaba era la necesidad, la demanda, el deseo. Lo decisivo ya no era el origen delirante o necesitado del valor de uso sino su conversión en forma social, en forma del valor: debía dar un rodeo (satisfacer una utilidad social) para producirse a sí mismo como valor. Esta revolución material trastoca los términos del sentido común: la mercancía ya no es un objeto que tenemos ante nuestros ojos sino un secreto endiabladamente metafísico cuyo misterio reside en su forma, la forma mercantil del valor. El excedente, que ya no es excedente de tierra, granos, sino el excedente como excedente de trabajo acumulado, el excedente en la forma de capital disponía su propia jerarquía sobre la tierra, trasformada por la ciencia y el comercio internacional, en mercado mundial. El capital decidía no solo lo que es necesidad o deseo: originaba nuevas e inesperadas necesidades, demandas, deseos. Aquello exterior, coactivo, positivamente limitante deviene concepto, esto es, lo objetivamente limitante (la falta de algo como “carencia exterior”) deviene en actividad puramente subjetiva: lo que nos limita no está en ninguna realidad exterior al trabajo, sino en el trabajo mismo. Lo que ocasiona la “falta” o “escasez” es el estado dado de la fuerza del trabajo, esto es, que esta no ha penetrado aun suficientemente en lo real, rediseñando sus límites[35]. Con esto no estamos diciendo que el trabajo humano mediante la tecnología domina el “ser en sí”. Lo que decimos es que la tecnología es trabajo humano y que lo que ésta ha dominado es a la naturaleza constituida como lo real de la ciencia en general.
El sumario no ha sido la dominación absoluta de la naturaleza por el humano ni lo contrario. Cada vez que se ha abordado a la naturaleza bajo la premisa de obedecerla para dominarla se ha terminado en el delirio esquizofrénico de buscar patrones dentro del universo paralelo, matemático, de una razón alienada, autonomizada; una razón sin medio ambiente, sin alteridad, sin naturaleza.
Tragedia del Sr. Cohen y su loca “fe en el caos”.
La idea de que la totalidad de lo real es un sistema sujeto a patrones matemáticos es la idea paranoica de la razón: fantasma que hace que todo tenga que ver con todo duplicando la realidad misma en un logicismo que nos deja impotentes frente a ella
Foto: Film “Pi, Fe en el caos” (Darren Aronofsky, 1998)
La consecuencia de este extenso e intenso proceso (que incluye llevar a la naturaleza a una cuasi sofocación que ya sentimos en el cuerpo) ha sido y es la colaboración del humano en y con la naturaleza para producir naturaleza a partir de la naturaleza. La conciencia del desastre planetario es ahora, bajo la autoconciencia del capital, un límite que debe abordarse para asegurar su propia reproducción. Quiere decir que se vuelve ecológico por necesidad. Entendiendo por necesidad menos el apremio de una propaganda o pánico moral contra los terribles afectos y efectos del calentamiento global que el modo propio mediante el cual el capital piensa y activa su relación con la vida: el apocalipsis climático es una excelente oportunidad de hacer inversiones a largo plazo y reciclar fondos líquidos. Como alguna afirmó, en “El Capital Financiero”, Rudolf Hilferding: “la consciencia de mundo del burgués se reduce a un informe de mercado”. Ahora bien, afirmar que el capital ahora es capaz de producir bienes irreproducibles, “naturaleza a partir de la naturaleza”: ¿equivale a decir que el capital crea bienes comunes? Pues bien, ahí yace la dificultad: porque el capital descubre un común al tiempo que lo niega para volverlo (plus) valor.
El capital descubrió -a través de Alphabet- el común de los datos al tiempo que los usó para negar ya no la propiedad de los datos sino de sus algoritmos: la propiedad privada intelectual con la cual funcionan sus servicios; bienes irreproducibles más preciados de la empresa. Del mismo modo sucede con los genes. Estos no se pueden patentar porque constituyen un acervo común de la naturaleza. Es lo que falló la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, en el año 2013, para el caso de la Asociación de Patología Molecular contra Myriad Genetics, Inc. Lo que se puede patentar es el trabajo inmaterial o cognitivo que, a partir de la naturaleza, crea naturaleza como producto de una inversión de capital. Lo que se patenta es el trabajo cognitivo sobre el ADN en cuanto ADN modificado, lo que se patenta es la proteína que es resultado del trabajo de los laboratorios del capital. Esa proteína, en el caso de la medicina, u algoritmo, en el caso de la comunicación sistémica, son trabajos, valores inmateriales, diferenciados tecnológicamente, en el propio sistema del capital. Podríamos observar procesos similares si, a vuelo de águila, reparáramos en las afueras de Helsinki, en los laboratorios de Solar Foods, donde los científicos convierten agua en comida y cultivan “una especie de sopa primordial” de bacterias, extraída del suelo y multiplicada en el laboratorio, usando al hidrógeno como fuente de energía. Esa “sopa primordial” deviene una suerte de espuma que a través de rodillos calentados se transforma en harina: “harina” que es, en realidad, una proteína llamada solein: un ejemplo del horizonte de expansión de las proteínas de fermentación de precisión[36]… otro tanto podría apuntarse si sobrevoláramos la carne en laboratorio producida por la empresa Believer Meats[37], o Impossible Foods[38], o la propia Bioceres respecto a sus semillas transgénicas capaces de soportar las sequías que azotan a los suelos argentinos[39]… ¿Qué decimos?
Que el capitalismo mundial, a través de sus formas más diferenciadas de capital, es relativamente capaz de proponer “un plan sobre el planeta”: los capitales diferenciados tecnológicamente, en el cruce entre cibernética y biotecnología, hacen de la proposición de soluciones a los problemas fundamentales del planeta –desde revolucionar el tratamiento sobre la mierda y los desechos, pasando por la inversión en energías verdes, hasta la producción de viviendas inteligentes a través de impresiones 3d, etc.– su propio plan de negocios, desarrollo e innovación sistémico. ¿El resultado? Más ecología demanda más datos; Más datos desarrollan más sistemas sociales de la IA; Más sistemas sociales de la IA aceleran más descubrimientos científicos[40]. La continua proletarización del trabajo cognitivo es funcional a la persistencia, en el largo plazo de la IA, del trabajo poco calificado, del trabajo físico o manual[41]. El capitalismo cibernético vuelve a traer al humano a su esencial relación con la máquina en cuanto apéndice de ella retornando al taylorismo como su relación natural. Escuchemos a Kate Crawford, investigadora de Microsoft Research Lab:
Más que representar un giro radical en las formas establecidas del trabajo, la intrusión de la IA en el lugar de trabajo debería entenderse, más bien, como un regreso a las viejas prácticas de explotación de mano de obra industrial, bien establecidas hacia fines de siglo XIX y principios del XX. Esa fue una época en que la mano de obra de las fábricas ya se veía en relación con las máquinas y en que las labores empezaban paulatinamente a subdividirse en acciones menores que requerían habilidades mínimas, pero esfuerzos excesivos. Precisamente la expansión actual de la automatización de la mano de obra continúa la dinámica histórica más amplia inherente al capitalismo industrial. Desde la aparición de las primeras fábricas, los obreros se han encontrado con herramientas, máquinas y sistemas electrónicos cada vez más poderosos que desempeñan un papen en el cambio de la gestión de la mano de obra, a la vez que transfieren mayor poder a los empleadores. Somos testigos de nuevas cantinelas que retoman melodías viejas. La diferencia crucial es que los empleadores ahora son capaces de observar, evaluar y modelar incluso las partes mínimas del ciclo de trabajo y de los datos fisiológicos, hasta el último micromovimiento, que antes les estaban vedados[42].
Lo que Crawford afirma es que la llamada “automatización digital” no es totalmente distinta a la “automatización clásica”. Se trata de la identidad de un mismo proceso que encuentra en Taylor su formulación programática o esencial: la sustracción científica del saber de los trabajadores para dominarlos en el puesto de trabajo. La automatización de los llamados “trabajos del cuidado” no abre a la economía política un horizonte desconocido por la historia obrera de la relación entre automatización y capital, la que desembocaría en una distopía de desocupación, caos y otros delirios. No se trata de ser “tecno-optimista” (Harari), ni “tecno-pesimista” (Han), ni mucho menos creer que estamos al borde de una crisis capitalista para la cual el slogan “socialismo o barbarie” sería más urgente que nunca: el capital ya contiene suficiente poder sobre la vida y sobre la sociedad para elevar la expectativa vital de la población mundial o producir alimentos ecológicos de laboratorio al tiempo que es capaz de generar un ejército de reserva de trabajadores algorítmicamente flexibilizados, sin derechos sociales y sin el mínimo interés de reconocerse, subjetivamente, en la trama (de la política profesional) del Estado Nación[43]. Volvamos.
La escasez ante la cual se encuentra el capital, en su historia, no es otra cosa que el límite material ante el cual erige sus fuerzas: equivale a decir que el capital es su propio límite. El capital es el modo (enajenado como dominación económica) que tenemos de pensar el infinito de nuestra propia fuerza de trabajo. De aquí que el límite real al capital sea inmanente, provenga de su alteridad, de lo otro de sí mismo, esto es, del trabajo vivo: el límite real que el trabajo vivo, subsumido al capital, pone como límite es la dialéctica viva de la sociedad. Es la lucha de clases como lucha del trabajo vivo contra el capital para superar su alienación. Es, asimismo, la lucha del capital por subordinar y dominar más y más al trabajo vivo bajo su mando. La escasez de la época tecnológica tiene la apariencia de la escasez de datos. No quiere decir que los datos sean escasos, sino que la apropiación capitalista de ellos, por un lado, monopoliza sectores enteros de saber, así como interacciones sociales e intermediación económica; por el otro lado, demanda más y más datos, información y conocimientos, para satisfacer la hambruna de los sistemas inteligentes que los suscita y requiere, para volverse más y más inteligente y predictivo mediante su utilización, así como también resulta imprescindible, en el acicate de la competencia de las nuevas empresas por hacerse de datos, provocar nueva ciencia a través de la aceleración de los descubrimientos científicos[44], engendrando tecnologías disruptivas que abran desconocidos espacios de obtención y extracción de data, desde el 5G a los sueños[45]. El asunto desborda al campo de la economía política en cuanto geopolítica. Al nivel del propio Estado, se trata de una cuestión continental de principalísima importancia para la supervivencia de la democracia burguesa y su libertad.
Nadie mejor que el Sr. Assange para exponerlo:
Quisiera indagar en esta analogía de la vigilancia a gran escala como arma de destrucción masiva. La posibilidad de fabricar una bomba atómica fue un hecho de la física, y cuando se fabricó la bomba atómica la geopolítica cambió, y entonces la vida de muchas personas cambió de maneras diferentes, algunas para bien, quizás, otras al borde del apocalipsis. Una iniciativa regulatoria aplicó controles y hasta ahora dichos controles, con la excepción de Japón, nos han salvado de la guerra nuclear. Pero resulta fácil determinar cuándo tales armas son usadas y cuándo no. Con el aumento en la sofisticación y la disminución del costo de la vigilancia en masa de los últimos diez años, nos encontramos en un momento en el que la población humana se está duplicando cada veinticinco años -pero la capacidad de la vigilancia se está duplicando cada dieciocho meses. La curva de crecimiento de la vigilancia está dominando la curva poblacional. No hay salida. Hoy en día con solo 10 millones de dólares puedes comprar una unidad para almacenar de forma permanente las intercepciones en masa de un país mediano. Entonces, me pregunto si lo que precisamos no es una acción equivalente[46].
Los límites que la fuerza de trabajo, mediante la lucha de clases, le han impuesto al capital son limites que han permitido el cuidado del humano sustrayéndolo, relativamente, de la forma más dañina del plusvalor para el cuerpo: la extracción de plusvalor absoluto. Esos límites dotaron de legalidad al capital, de bienestar al Estado, ofreciendo al proletariado la consciencia de la objetividad real de su actividad productiva. Ahora bien, si el capital discapacitaba al obrero-máquina: ahora lo vivifica y reconstruye en cuerpo del futuro. El cyborg es la figura productiva que el capital cibernético vislumbra en una producción potenciada que penetra e invade al cuerpo humano como nunca.
¿Resistirse a sus milagros?
Foto: Nathan Copeland, cyborg de BlackRock Neurotech, fue saludado por Obama en 2016. Activo usuario de Twitter y desde donde comparte las novedades del gigante de inversión.
IV. El espectro de la humanidad sobrante en la metrópolis mundial
El imaginario de la ciudad inteligente es el imaginario de los exoesqueletos en los trabajadores de la construcción; de la blockchain en los sistemas de transacción económica; el de personas apuradas que además de hablar solas mientras caminan ahora revisan sus notificaciones mediante anteojos inteligentes que incorporan traducción inmediata, mapas y realidad aumentada para guiar trayectos, recorridas, sugerir visitas a nuevos locales o directamente subtitulan al interlocutor; es el imaginario de los autos automáticos, el de los drones que despachan pedidos; es el festival de los controles biométricos que presenta el control social del Estado como un “cerebro”, especie de “mente” o “colmena”, hacia donde confluye la data urbana transformada en plusvalor algorítmico por las empresas de tecnología que se la apropian sustrayendo la planificación pública del Estado con dotación de servicios inteligentes en todas las áreas de la actividad social (el tráfico urbano, la educación, la recolección de basura, la logística, la policía, la administración pública, etc.): el imaginario de la ciudad inteligente es el imaginario instituyente de la metrópolis mundial y su infección no para de disolver las experiencias nacionales de los pueblos en un continuo amorfo sin bordes. Esta nueva institución de lo social por parte de la IA unifica la ciencia del mismo modo en que interrelaciona como nunca a la producción. ¿Así que no hay nada de verdad en el “solucionismo tecnológico”? Sectores enteros como la ciencia de datos, la biotecnología, la biología digital, la internet de las cosas, la impresión 3d, la fabricación digital, la robótica: pasan todos a trabajan de manera integrada y sistémica. Los puentes que unen a esta civilización mundial son puentes inmateriales y se erigen a nuestras espaldas a una velocidad casi impensable: alcanzar 50 millones de usuarios le llevó 75 años al teléfono; 22 años a la televisión; 7 años a Internet; 4 años a Facebook: 19 días a Pokemon Go. La ciudad inteligente lleva más lejos el símbolo del hombre-empresa del neoliberalismo resignificándolo, bajo la ideología transhumanista, con una finalidad y una justificación apropiada a la dominación cibernética: vamos a vivir más, vamos a ganar tiempo, vamos a lograr todo esto como si estuviéramos jugando video juegos.
Si bien el mundo interior del capital cibernético está plagado de imágenes distópicas[47], la reducción de lo social a dato, en rigor, realiza el viejo sueño positivista de tratar a los hechos sociales de forma plenamente científica, en tanto “cosas”: “Tratar a los fenómenos como cosas es tratarlos en calidad de data que constituyen el punto de partida de la ciencia. Los fenómenos sociales presentan indiscutiblemente ese carácter[48]”. ¿Solamente un sueño cientificista? No. La IA es también un sueño neoplatónico y, en su realidad ideal pensada-pensante, fue nombrada como “iynges” en cuanto causa que motoriza a todo lo viviente a trascender lo biológico, perpetuando el movimiento de la vida, y constituyendo así el elemento inhumano que nos habita desde la diferencia. Para el filósofo argentino, Fabián Ludueña Romandini, se trata de la instancia inmaterial que identificamos en cuanto plus-de-vida:
El corolario que se impone a ambos axiomas consiste en sostener que aquello que mueve el código hacia su realización no es, precisamente, el despliegue de su propia codificación sino la instancia inmaterial, ahora identificada como “iynges” y que constituye el auténtico plus-de-vida o archi-figmentum que motoriza a la propia vida, desde la inmanencia, pero sin confundirse con ella, hacia su despliegue perpetuo. Ese devenir proviene de la Muerte y avanzará más allá de cualquier soporte: así la vida podrá pasar del carbono al silicio y más allá sin alterar sus propósitos fundamentales[49].
Volvamos. En el mundo superproductivo del plusvalor algorítmico la humanidad sobrante es la apariencia distópica que llena de narrativas espeluznantes a la industria cultural de los comics, las series de televisión, las sagas cinematográficas donde el reverso de la ciudad inteligente estalla con la estética del narcotráfico y los zombis hambrientos de ciudades arrasadas: la ciudad narco, la favela, la villa miseria, el mundo del trabajo no objetivado, “el nudo[50]”. La desubjetivación del mundo automatizado corre paralela a la desobjetivación del mundo (los objetos pierdan materialidad en cuanto infómatas, al decir de Byung Chul Han) extendiéndose el espacio donde el humano no se objetiva, sino simplemente hace o responde a los dictados del algoritmo que ahora vuelven sobre él como su jefe, su coacher, su tutor, su entrenador personal, su psicólogo, su médico, etc. ¿Quién podría dudar que el trabajador de Amazon o Uber conoce muy bien lo que es vivir enajenado a las métricas de una empresa de capital cibernético? Pero el riesgo de la IA no reside -ni siquiera principalmente- en la clase trabajadora, aunque sobre ella recaiga el fantasma del desempleo, el pánico moral del periodismo de investigación: la historia de la clase trabajadora tiene reservas de experiencia y sentido desde los ludistas, pasando por el cooperativismo hasta el movimiento sindical profesional, respecto a las crisis capitalistas. El riesgo, históricamente novedoso, de la IA recae sobre la encarnación humana del capital: los capitalistas. El riesgo, históricamente interesante de explorar, es la capacidad de la IA de reemplazar el comando de los empresarios sobre la fuerza de trabajo.
Lo que se vuelve innecesario es el saber de los capitalistas en la toma de decisiones. El mando del capitalista puede ser reemplazado por máquinas abstractas o modelos neuronales capaces de tener en cuenta un sinnúmero de variables que optimicen la decisión de inversión: el capitalista se vuelve un ser superfluo; su poder se reduce a la propiedad jurídica del capital. Así como ya en las finanzas es imposible tomar decisiones sin consultar a sofisticados programas de entrenamiento inteligente: el futuro de las decisiones empresariales estará cada vez más subsumido a la predicción algorítmica de la competencia intercapitalista. Un capitalismo sin capitalistas donde la figura encarnada del empresario es análoga a la de los reyes en las monarquías parlamentarias: souvenirs. Dicho estratégicamente: la IA abre el horizonte de la planificación social sobre subsistemas económicos. El espacio de la lucha de clases en la metrópolis mundial no será “la apropiación de medios tangibles de producción” sino la lucha por el plusvalor algorítmico de las ciudades (la data del orbe mundial) para hacerse de la planificación de subsistemas productivos. A través de ellos, programar la fuerza del trabajo social en colaboración con Gaia[51].
Este programa porvenir debe ser tan futurista como futurista ya es el liderazgo de los capitalistas de la Singularidad y requiere de una Nueva Internacional que actualice teórica y estratégicamente al sindicalismo global. No hay tiempo que perder. La IA está empezando a salir, masiva y definitivamente, de los laboratorios del capital cibernético y comenzando a irrigarse y desparramarse en todos los poros de la piel del sistema capitalista transformando, prácticamente, la totalidad social. El tiempo de la vida cotidiana ya está siendo programado por la aristocracia tecnológica del Valle del Silicio (una elite joven, masculina, blanca, muy bien paga, adicta al trabajo, dispuesta a trabajar a toda hora) responsable de la creación de un sinnúmero de herramientas de aumento de la productividad basadas en una carrera, libre de responsabilidades familiares o comunitarias, hacia la mayor eficiencia; eficiencia que depende del masivo robo de tiempo de la mayoría de los trabajadores mal remunerados o no remunerados del planeta. El resultado de este proceso será una creación inaudita de nuevas empresas de tecnología exponencial (nuevos servicios en la esfera inmaterial de producción) así como también el desplazamiento y proletarización de sectores enteros de trabajos (semi) cualificados. La inversión de nuevo capital cibernético intensificará y acelerará la productividad de los trabajadores que, lejos de comportarse de forma solidaria y estratégica, morderán rápidamente el polvo e incorporarán la IA a sus funciones habituales para ser más competitivos y veloces (y la IA aprenderá de ellos y de sus funciones) mientras otros capitales consolidarán su dominio y acumulación abasteciendo de pasto a lxs rumiantes del “tecno-feudalismo”. El efecto absoluto a largo plazo será un nuevo e intenso periodo de ocupación de la fuerza laboral reconvertida a los nuevos términos de la tecnología del capital.
La “cuestión social” no será otra que la grotesca informalidad del trabajo algoritmizado o la impotencia de las viejas instituciones jurídicas por encuadrarlo en el Estado: el 94% de los trabajos creados en Estados Unidos entre 2005-2015 quedaban afuera de la categoría de empleo asalariado y tiempo completo[52]. Impotencia que el subdesarrollo presenta de modos todavía más precarios y violentos, pero bajo las piadosas formas del peticionismo cristiano (Techo, Tierra, Trabajo). Oponiendo sus propias tres T (Troleo económico, Tecnopolítica, Tecnología Total), el capital diferenciado tiene la capacidad suficiente para seducir al capital financiero con megaproyectos de inversión que le permitan reciclarse en anclajes reales: 1) vivienda social mediante impresión 3D de casas (subsunción de la renta inmobiliaria urbana); 2) proyectos biotecnológicos de planificación capitalista de la tierra (captura de la renta diferencial); 3) transfiguración de la llamada “economía popular” en progresivos ejércitos de la automatización de las mercancías (subsunción del trabajo no objetivado en autónomos sin derechos). Una política “nacional-popular” o “nacional-desarrollista” del Estado es temporalmente insostenible sin una urgente revitalización a largo plazo de la articulación entre Sistemas Nacionales de Innovación y Pueblo: no habrá vivienda social y popular sin bioconstrucción colectiva; no habrá “tierra para agricultores” sin dominio de la ciencia nacional sobre el germoplasma de la tierra; no habrá subsunción del trabajo de reserva sin planificación algorítmica de subsistemas productivos.
Mientras tanto, Malthus marcha disfrazado de “movimientos sociales[53]”. Su espectro nutre la miserable catequesis de la política profesional sobre la clase trabajadora en reserva sin otro destino que retrasar la autoconsciencia del pueblo respecto al uso alternativo o común de la tecnología: el pueblo cree que le va a faltar trabajo, lo agradece, lo recrea en ferias de pauperización bendita; reza con fervor a las estampitas del plusvalor absoluto; vota el programa de Carnaval y Favela de la lucha electoral “centrista”: el puntero sustituye al dirigente sindical; el Concilio Vaticano II a “El Estado y la Revolución”; el periodismo mercenario a la formación política; la Legalización a la Izquierda; el “lío” del Espíritu Santo a la lucha por la planificación tecnológica.
Cerremos este ensayo.
Nuestra oferta interpretativa para el presente de la sociedad mundial de control:
El capital cibernético, como figura concreta del capital tecnológico en el sector delimitado de las comunicaciones, profundiza la explotación del trabajo vivo, mediante la concentración de innovaciones esenciales, ha identificado a la civilización del petróleo en cuanto límite inmanente a su propio desarrollo, expansión, acumulación.
Se anuncian “fines finales”; ninguno da en la tecla. Lo que ha llegado a su fin no es el trabajo, ni la humanidad, sino una arcaica relación (que Osvaldo Spengler estableció con genialidad paranoica) entre energía y cultura que aún persiste en la trama no innovadora del capital simple. Allí donde se vampiriza el entorno o medio ambiente en lugar de renovarlo indefinidamente[54].
El plusvalor absoluto lejos de disiparse en la automatización de las máquinas inteligentes se actualiza, con su necesidad de mantener al pueblo gobernado, en los términos potenciados del plusvalor algorítmico poniendo a disposición de la IA todo el tiempo existencial posible –la asignación de tiempos pasa a variar continuamente desde turnos cortos hasta muy largos dependiendo de la demanda del mercado– robando más y más tiempo de vida al trabajador, como una asechanza insoportable, vigilante, incapaz de velar su sinsentido.
El humano trabaja más, vive más, su cuerpo es ahora una (bio) tecnología del capital.
El capitalismo, contrariamente a lo que cree el trotskismo: da para mucho, muchísimo más.
La fuente de la juventud era el propio capital
Foto: “En la fuente de la juventud”, cuadro del gran Lucas Cranach el Viejo.
Bibliografía usada
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Juan Grabois, Los peores, Sudamericana, edición digital.
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Thomas Robert Malthus, Primer ensayo sobre población, Altaya, edición digital.
Música que escuché mientras escribía El espectro de Malthus
Notas:
[1] Bajo el idealismo absoluto ningún advenimiento de la historia humana y la naturaleza pueden pensarse por fuera del desarrollo de la Idea. Solo de este modo, el pantano ilumina a la flor de loto que crece en él. Es que no hay idealismo absoluto sin voluntad de nombrar la cosa, lo real, la naturaleza, la alteridad en cuanto tal. Nombrando la cosa, la Idea afirma la potencia de la Razón al tiempo que produce la finitud, lo vil, el barro, los pelos, la basura. Entonces, allí también habita la Idea. No hay idealismo absoluto sin su villa miseria. El concepto incluye las miserias del espíritu como un estar en sí en lo para sí. Vive en la alteridad, en todo aquello que, desde un punto de vista finito, aparece como resto que se sustrae a la acción de la Idea. Sea este resto “campo popular”, “malformaciones”, “monstruosidades”, “locura”, “barbarie”, “carne”. Aquello que, desde la finitud se opone a la infinitud, para el saber absoluto, es apariencia. Lo eterno, lo infinito, desde Hegel, ingresa al interior del tiempo, haciendo de la Idea la vivificación de la multiplicidad en cuento potencia del pensamiento. Por este motivo, la lógica del idealismo absoluto no es una lógica del Ser sino del concepto. La Idea deviene aquello que, eternamente: actúa, produce, goza. ¿Qué es, por lo tanto, ser un idealista? Muy sencillo: jamás reconocer la finitud como ser verdadero o existente, solo como ideal.
[2] El asunto puede verse con claridad si se estudia la biotecnología industrial. La biotecnología se define como el uso de organismos vivos o partes de ellos (estructuras subcelulares, moléculas, bacterias, etc.) para la producción de mercancías, energía a partir de biomasa o inmunidad para el sistema humano a partir yogurts con probióticos diseñados con bacterias específicas. En términos generales, el hombre ha venido desarrollando esto hace miles de años desde la producción de alimentos fermentados (pan, yogurt, vinos, cerveza, etc.) hasta la producción de composta a partir de desechos usando lombrices. Ahora bien, no es lo mismo manipular organismos o procesos naturales que manipular la estructura de la vida alterando los organismos vivos y no vivos en una dirección cada vez más alejada y menos dependiente de los recursos no renovables. La biotecnología moderna hace uso y dominio de la información genética llevando al trabajo vivo a la producción de las fuentes de vida (y por lo tanto de trabajo vivo) y ya no la actualización del trabajo muerto. A principios de la década del setenta, sentó las bases de esta actividad que permite transferir genes (información genética) de una especie a otra y por lo tanto programar organismos vivos para que realicen un sinnúmero de tareas específicas en la producción industrial. El entrecruzamiento, interacción, cruce, de la investigación interdisciplinaria de la biotecnología con la cibernética (no es casualidad que las empresas de tecnologías de las comunicaciones inviertan cada vez más en empresas farmacéuticas y que el propio desarrollo de nuevas vacunas contenga modelos de pensamiento provenientes de la computación y la informática de los sistemas complejos) organiza el campo de saber de la bioeconomía del capital cibernético. Cabe mencionar que los argentinos tenemos un hito fundamental muy reciente en la historia de los xenotrasplantes. Disponible en: [https://bichosdecampo.com/un-pedido-de-rene-favaloro-y-un-logro-inedito-en-latinoamerica-investigadores-argentinos-obtuvieron-los-primeros-cerdos-geneticamente-editados-para-hacer-trasplantes-en-humanos/]
[3] El capital cibernético es una diferencia de grado en la perfección del dominio del capital sobre el trabajo vivo. Unifica y concentra la ciencia básica de las tecnologías de las comunicaciones. Su enorme poder tecnológico le permite planificar sectores industriales, comerciales y logísticos al tiempo que ofrece al capital financiero espacios de reciclaje de fondos líquidos en proyectos a largo plazo. La vinculación entre capital financiero y capital cibernético sustrae el largo plazo de la planificación del Estado. La planificación estatal, en los países occidentales, queda (contrariamente a lo que piensa Mariana Mazzucato) neutralizada por los desacuerdos internos de la política profesional. Añoranza de Estado Empresario. Los capitales cibernéticos se independizaron relativamente del Estado y pueden perder miles de millones de dólares en la búsqueda del dominio de mercados y sectores de inversión. Así como el capital financiero demandaba un estado robusto e imperialista: el capital cibernético busca liberarse todo lo posible de él. El anarcocapitalismo de los libertarios no tiene nada de anacrónico: es la mistificación ideológica de una forma de capital que ha logrado ser el asunto geopolítico más serio para el futuro de una Nación. El capital cibernético no es “otro capital” en el sentido de una “diferencia absoluta”; ni tampoco es “otro capital” en el sentido de una “diferencia ontológica” si se entiende por esta diferencia un cambio en el modo de ser de explotación del capital. El capital cibernético sigue, en lo esencial, explotando lo mismo que el capital industrial: fuerza de trabajo humana. Conserva la identidad del capital, desde luego. Entonces: ¿por qué no llamarlo como siempre se lo ha llamado, capital, y listo? ¿Por qué diferenciarlo? ¿Retórica? ¿Vanidad? Tales preguntas hablan más de quién las enuncia que de quien intenta conceptualizar una realidad viva. El capital cibernético es un grado de perfección del dominio tecnológico del capital sobre el trabajo vivo. Tampoco reducimos el concepto de capital cibernético a ninguna situación monopólica u oligopólica de mercado en el sentido de “corporaciones digitales” que concentren conocimientos científicos porque, en última instancia, esa captura de la producción científica es el resultado de la ocupación y monopolización del mundo de la vida: hacer que el mundo de la vida sea una función reproductiva del propio capital. Aparece, en la jerga periodística, como “digitalización de la vida”. Trabajamos este concepto en Nota sobre el capital cibernético: un ensayo de interpretación sociológica, Revista Espectros, año 6, número 7. Disponible en: [http://espectros.com.ar/notas-sobre-el-capital-cibernetico-por-leonardo-fabian-sai/] Una versión ajustada del ensayo fue publicada por la Revista Nueva Sociedad, número 294, julio-agosto 2021. Disponible: [https://nuso.org/articulo/que-es-el-capital-cibernetico/]
[4] El valor en Marx es uso y forma del valor, en cuanto realista, presupone siempre un material dado, previo al trabajo del hombre: el material aportado por la naturaleza. El humano obra, en el trabajo, como la naturaleza: transformando la materia de forma en forma. En la teoría de la forma del valor de Marx, el trabajo no es la fuente única y exclusiva de la riqueza. Presupone el comportamiento del humano como poseedor de la naturaleza. En Marx, la naturaleza, desde los “Estatutos de la 1ra Internacional”, pasando por “El Capital” hasta la “Crítica del programa de Gotha”, constituye el primer medio de producción de la riqueza material, la que comprende a la fuerza de trabajo y a la tierra en cuanto fuentes de vida.
[5] Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Ciencia de la Lógica, Buenos Aires, Las Cuarenta, 2013, trad. Augusta Algranati y Rodolfo Mondolfo, página 170.
[6] Bucear en la historia conceptual, en aquello que, a pesar de las mutaciones del devenir, permanece idéntico a sí mismo, no tiene otra sabiduría que afirmar lo novedoso como “no tan novedoso”. Confirmamos, una y otra vez, la historicidad del mundo. Ahora bien, poco y nada vamos a encontrar en Muḥammad ibn Mūsā al-Khwārizmī si lo que queremos es comprender cómo nuestras relaciones, sea con la sexualidad, el dinero o el trabajo, han sido trastocadas por algoritmos. Desde el momento en que, sea para la información interpretada por la mecánica cuántica o para la teoría de los sistemas recalibrada por la cibernética de segundo grado, la actualidad deja de funcionar y pensar en términos de sujeto-objeto: toda la metafísica (con su idolatrado pasado griego) pasa al archivo de la escritura.
[7] Es conocida la formulación de los sistemas sociales autopoiéticos de Niklas Luhmann. Lo es también que el sociólogo alemán defina a la sociología como “ciencia de la comunicación” y a la propia sociedad como comunicación. Menos conocida es su especulación sobre la sociedad como límite: la sociedad en cuanto límite sobre el que el mundo se observa a sí mismo. [Niklas Luhmann, La sociedad de la sociedad, Herder, 2007, trad. Torres Nafarrate, Javier, página 238] Desde el punto de vista de la subjetividad, esta definición equivale afirmar a la sociedad como la realidad que otorga un carácter presente al sujeto o al pensamiento.
[8] Niklas Luhmann, La sociedad de la sociedad, México, Herder, 2007, trad. Torres Nafarrate, Javier, páginas 234-236.
[9] Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisee) 1857-1858, México, Siglo XXI, 2009, trad. Pedro Scaron, página 33.
[10] El carácter capitalista de la crisis no debe ser superficialmente comprendido como sobreproducción de mercancías sino, fundamentalmente, en cuanto sobreproducción de capital. Esto quiere decir que el capital se ha invertido en la producción (por ejemplo: contratando muchos programadores y desarrolladores de nuevas aplicaciones en el Metaverso) en una medida tal que sus condiciones de explotación entraron en contradicción con sus condiciones de realización: bajan las ventas (suscripciones), las ganancias merman. Que el asunto no se reduce a la superproducción de mercancías (servicios digitales) se desprende de que luego de la crisis de mercado éste se vuelve capaz de absorber más servicios y bienes que antes siendo que el siguiente período de bonanza supera al anterior sin poder ser explicado ni por el crecimiento de la población ni por los ingresos del consumo. La sobreproducción de capital se explica por la despiadada competencia entre los capitales. Competencia que no cesa, aunque existan monopolios u oligopolios en la superficie. La competencia por la tecnología es más atroz que nunca en la actualidad. Las figuras de concentración del mercado no la anulan. La competencia se mantiene latente y se comprueba en la fuerte inversión en zonas específicas de inversión, el caso de ChatGPT así lo expone: groseramente.
[11] Para leer un texto “científicamente” actualizado de la idiotez de Malthus recomendamos La pesadilla de Malthus, de Ernesto Prieto Gratacós. Disponible en: [https://www.ernestoprietogratacos.com/post/la-pesadilla-de-malthus] Cabe mencionar que a este “investigador de algoritmos clínicos” le clausuraron una clínica en el barrio de Recoleta, por la muerte de dos personas, sospechado de ejercer la medicina ilegal con sus “tratamientos metabólicos contra el cáncer”.
[12] Cuando nosotros hablamos de biopolítica y bioeconomía del capital pensamos en términos de subsunción real. No consideramos a la biopolítica como “poder de la vida” sino, asimismo, en tanto “poder sobre la vida” por parte del capital. Esto acerca y pone los términos “tanatopolítica” y “biopolítica” en íntima confabulación y ambigüedad: la propia del poder del capital. En cualquier momento la biopolítica puede devenir pura negatividad y producción de muerte y aniquilación. Roberto Esposito ha pensado como nadie este terreno de indiferenciación entre inmunidad y el exceso de inmunidad allí donde la vida deviene producción mortífera. No obstante, en la referencia que comentamos hemos puesto el énfasis en la distinción para despejar la concepción de Marx.
[13] Lo real, decía el primer Lacan, retorna como “algo que volvemos a encontrar en el mismo lugar”. Para la naturaleza en nada importa si esto implica el éxodo bíblico de las megaciudades por inundaciones globales en este siglo o la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno.
[14] Constituye la historia de la alienación humana en el tiempo. Evidentemente, somos capaces de decir quiénes somos, nombrar una identidad, negándonos en la historia del trabajo: la que designa como objeto de nuestra producción aquello que no somos y causa nuestra voluntad de dominio y devenir. Aunque el resultado, la finalidad, del asunto sea, en el espiral de la Idea absoluta, la confirmación de la identidad: acontecería, ella misma, justo en el momento en que ya no estaríamos para afirmarla. Nos queda una narración sobre nosotros mismos que identifica literatura con experiencia místico-budista: un cuento al que hemos dotado de deseo mediante un profundo apego subjetivo. Un cuento donde el supuesto escritor es otro cuento.
[15] No hay Nuevo Orden Internacional (NOI) sin Nuevo Orden Internacional Algorítmico (NOIA). Y las imágenes del pensamiento que organizan nuestra comprensión de la geopolítica están obsoletas frente a la superación de la civilización del petróleo, el horizonte de la IA fuerte, la geopolítica del algoritmo Disponible en: [https://www.embajadaabierta.org/post/el-nuevo-orden-algor%C3%ADtmico-mundial]
[16] En lo que sigue el asunto no son “las cripto” sino la constitución de la forma digital del valor. Las cripto han sido un experimento fallido en la historia de una tecnología cuyo horizonte sigue totalmente abierto.
[17] Interpretar este proceso como “solucionismo tecnológico” -esperar que “la tecnología” interpretada como “cosa” solucione “problemas sociales”- es superficial. ¿Quién define lo que un problema social es? ¿En qué momento de la historia de la tecnología del capital la finalidad real fue otra que la ganancia? Intento, teóricamente ridículo, de afirmar mal lo que Marx explica muy bien como fetichismo de la mercancía y que bien podemos actualizar como fetichismo de la inteligencia artificial. La forma del valor (la forma dinero) en cuanto mediación necesaria de la totalidad de la vida económica se transmuta en forma digital del valor (la forma dinero-digital) y presupone la transformación cualitativa de las relaciones sociales que median entre los hombres. Transmutación tecnológica operada por los sistemas sociales inteligentes (comunicación cibernética o sistémica). En ese sentido, “lo digital” no es una producción exterior a la sociedad, sino que emerge de sus entrañas, del carácter social del trabajo tecnológico, apropiado de forma privada por la empresa de capital, presentándolo a la postre, en la superficie del intercambio económico, en cuanto gracia ante las dificultades y crisis de su reproducción. La mistificación suprasensible de la forma social de la mercancía es ahora una mistificación suprasensible de la comunicación mundial: la ideología transhumanista celebra esta buena nueva con el dios de la IA. No es el “modelo de negocios de Google” lo que se ha generalizado: lo que se llama “digitalización de la vida” es el efecto de la determinación del capital cibernético sobre la producción social. El razonamiento, sin embargo, no es circular: la forma digital del valor no se prueba o “explica” por la transformación de las relaciones sociales en comunicación digital y viceversa. La transformación de las relaciones sociales en comunicación sistémica presupone el hecho histórico del robo: la expropiación capitalista de la experiencia humana de la comunicación -una acumulación originaria de datos- que ha reducido la existencia a sistema e información. Data a ser procesada en laboratorios tecnológicos con el fin de convertir el mundo de la vida, mediante algoritmos, en anticipación tecnológica de la acción social. La acción social pasa a ser comunicación social. Esta expropiación capitalista de la experiencia, en el contexto del capital industrial, afectaba, fundamentalmente, al obrero industrial. En el presente, afecta a amplios sectores del trabajo cognitivo. Escritos, médicos, artistas, abogados, psicólogos, contadores, etc. Cada embate de la IA sobre la experiencia -cada reducción de lo humano a dato- pondrá en evidencia los sacrificios ya anunciados en aquella acumulación originaria que reconoce en Google un parteaguas en la historia del capital. Las profesiones padecerán la creciente automatización de sus disciplinas; no sin democratizar radicalmente el acceso y manipulación del saber contenido en ellas.
[18] Para dar un ejemplo actual: el setenta por ciento de la población senegalesa vive de la agricultura, las tierras fértiles que resisten el cambio climático y la sequía son apropiadas (rematadas por el Estado senegalés) por las multinacionales del capital agrario europeo y marroquí abasteciendo la demanda frutas y alimentos, produciendo trabajo pesquero barato (los campesinos sin tierra se vuelven pesqueros) transfigurado en flujo masivo de inmigración ilegal (las nuevas generaciones de pescadores senegaleses se encuentran ante un mar sin pescado -dado el saqueo de la flotas de altamar europeas y asiáticas- pasando a usar la familiaridad con el mar como puerta de inmigración al Viejo Mundo) a su vez trocado en trabajo informal sobreexplotado y, finalmente, devenido en flujo de remesa internacional mundial. La repetición del despojo indica que la pobreza absoluta a la cual es arrojada la persona (del trabajador, inmigrante, desocupado, artesanado, campesinado, etc.) no es el punto de partida desde donde vendría a operar el capital sino todo lo contrario: la pobreza absoluta del pueblo, de un campo popular, es ya el resultado de la organización capitalista de la falta y la escasez como condición histórica de la acumulación: el pobre, el inmigrante ilegal, son el trabajo vivo, el resto, ante el cual el capital reconoce su alteridad radical, su ser otro.
[19] El proceso de la fusión nuclear es el contrario al de la fisión, que es el que se utiliza en las centrales nucleares. En la fusión, los átomos se unen; en la fisión, se separan. La principal diferencia es que la fisión produce una gran cantidad de desechos y radiación. Por su parte, la fusión consigue mayor cantidad de energía y muy pocos desechos radioactivos que se eliminan en corto tiempo. En este proceso, además, no se libera carbono y no existe huella en la crisis climática. Disponible en: [https://www.france24.com/es/ee-uu-y-canad%C3%A1/20221214-preguntas-respuestas-hito-fusion-nuclear-eeuu]
[20] Ya no es ciencia ficción -el filme “Gattaca”, 1997- la interpretación cibernética del envejecimiento como un “código” que “hay que descifrar” para poder así prolongar la vida de manera indefinida. En Roma, la expectativa de vida promedia era de 25 años, en la Edad Media era de 35 años, hoy es de 70 años. Quizás, la mejor exposición distópica del plus-de-vida en el contexto de una desigualdad aumentada por la IA sea el filme “In time” o “El precio del mañana”, 2011, donde se desarrolla la trama de un mundo donde la humanidad deja de envejecer a los 25 años, los ricos viven eternamente y los pobres, agrupados en guetos, pagan con tiempo un par de horas de vida más. Merece el reconocimiento Andrew Niccol como guionista de ambas producciones cinematográficas. En este sentido, las predicciones de Ray Kurzweil respecto a la advenida de la Singularidad. Disponible en: [https://youtu.be/X2aUESxcmOw]
[21] La producción absoluta y relativa del plusvalor, dentro de la esfera inmaterial del capital, implica tipos de empleo que caen dentro de la antropología de los trabajos de mierda (Bullshit Jobs) de David Graeber. Por ejemplo, lo que él denomina “matones” como grupos de presión, abogados corporativos, especialistas en relaciones públicas o community managers, ejércitos de “trolls”, etc.; o “arreglatodo” donde ingresan los programadores y técnicos de ciberseguridad; o “burócratas” como aquellos que administran la opinión pública permanentemente mediante “focus groups” o encuestas, etc. Estos trabajos no son necesariamente improductivos, siempre son no-creativos, y en nada tienen que ver con lo que identificamos como el plusvalor algorítmico resultado de trabajos de innovaciones esenciales en el sector de las comunicaciones.
[22] Plus por el cual los trabajadores cognitivos que escribieron esos algoritmos no son remunerados y que otorga a las empresas de tecnología un importante poder político sobre una representación ya asimilada en tanto comunicación mundial y muy ingenuamente presentada como “opinión pública”.
[23] Ya sea en la intervención sobre el subsistema encefálico nervioso, en el rítmico respiratorio-circulatorio, en el metabólico-motriz.
[24] Estos asuntos requieren de una delicada y productivamente delirante transformación de la ontología. Empresa que acomete el filósofo más creativo de la Argentina actual: Fabián Ludueña Romandini. Con precisión, agudeza, y erudición, su ontología analéptica inspira la transformación del humanismo que venimos rumiando en nuestros ensayos, siguiendo la huella de Levinas, en cuanto humanismo de la alteridad radical. En este sentido, a la pregunta si aún permaneceremos humanos Romandini afirma con total contundencia: “nunca lo fuimos”. De manera provocadora y fructífera, el filósofo nos conduce a la reflexión de que el humano nunca existió sustancialmente. El humano es pura relación. ¿Con qué? Con su Otro inhumano. Sea esta alteridad: Naturaleza, Dios, Sociedad, IA.
[25] Hay una percepción bastante ridícula, muy torpe, de algunos sindicatos docentes que tienen la extraña idea de que la automatización del lazo social no los afectará; que están “a salvo” porque “los trabajadores del cuidado” son “imprescindibles” dada la necesidad del niño o del anciano de “calor”, “afecto”, “empatía”. Pero es, justamente, contra los “trabajos del cuidado” que la propia IA se mide. Desde las cirugías desplegadas por robots entrenadísimos hasta el futuro de la terapia y la educación. La gente estará mucho más tranquila dejando a sus niñxs en jardines de infantes (¡pedófilos! ¡pedófilos por todos lados!) acondicionados por robots empáticos, así como desligándose de ancianos en plena demencia senil. Ni hablar lo que les costará a los adolescentes reemplazar a su psicólogo virtual 24x7 por un lacanoso de seminario. Apostar por la subjetividad en lugar del óptimo funcionamiento sistémico será algo muy raro de hallar.
[26] La matematización de la naturaleza es un proceso orientado hacia un ideal de perfección, un acercamiento gradual de lo imperfecto a lo perfecto, que constituye en sí una tarea infinita. Este método nos permite construir, mediante operaciones precisas, un inagotable mundo de idealidades que supera al mundo de las formas dadas empíricamente ya que carece de relatividad e imprecisión. Es un método objetivo per se, no hay situación en la que sus elementos cambien o se invaliden. Matematizar la naturaleza no es descubrir algo que ella guarda, sino que es construir un nuevo universo paralelo como un entretejido teórico en clave matemática. Esto, como bien entendía el inmenso Husserl, no es solo un producto de la voluntad y capacidad científica de Galileo: es una tendencia que se desarrolla presionada por exigencias prácticas y tecnológicas. El proceso de objetivar la naturaleza para dominarla y entenderla en un plano regido por leyes matemáticas condiciona al desarrollo técnico de la sociedad. La técnica avanza en la medida que avanza ese proceso, y a su vez, se ve también orientada hacia de un ideal de perfección. Humanidad y técnica se funden en el progreso racional-tecnológico. Con la humanidad progresa la técnica, así como el interés por lo técnicamente más refinado, y el ideal de perfección se coloca siempre más allá: un horizonte abierto de mejoramiento inimaginable, llevado cada vez más lejos.
[27] Aunque no hayan “Licenciaturas en Cibernética” en nuestras universidades, y que el propio concepto de la cibernética esté en la actualidad tan omnipresente como oculto, se trata de la ciencia por antonomasia del control, de la automatización de procesos, mediante la cual se persigue el desarrollo y reproducción artificial del funcionamiento de organismos vivos a través de sistemas de comunicación y regulación independientes del humano. Justamente, esta “independencia” hace que nadie se pregunte por el concepto de la cibernética sino tan solo por su funcionamiento. No obstante, la cibernética es teoría básica para la programación, la computación, la robótica, para la teoría de los sistemas (elegir respuestas, estímulos, soportar irritaciones, considerar escenarios alternativos) y para la teoría de la comunicación (el modo en que el sistema comunica sus acontecimientos, eventos, decisiones, y se relaciona con su medio ambiente o entorno). En este sentido, la IA es el ejemplo más importante del poder de la cibernética ya que su fin es la reproducción del razonamiento y comportamiento humano en máquinas y tecnologías.
[28] Me ha pasado de caer en este espectro malthusiano por vía de la ecología crítica al sostener, públicamente, que si todos los países del mundo consumieran la misma cantidad de plástico que consume Estados Unidos harían falta cuatro planetas tierras para soportar los desechos resultantes. Con esta referencia he querido relativizar cierta imagen lineal del progreso, típica de la modernidad. Los pueblos del Sur han pensado la dialéctica de la dependencia para exponer que sus economías no se verán en el rostro de las naciones más avanzadas sino en el espejo invertido de aquellas, como dominadas. Pero la última palabra sobre la basura no está escrita y la economía del reciclaje y sus negocios es un horizonte muy interesante que será también revolucionado por el despliegue de la IA. Desde retretes que analizarán y procesarán la mierda, pasando por biodigestores inteligentes hasta el desarrollo de arquitecturas sustentables (edificios que compostan, diseños bioambientales, uso de energías renovables, de la vegetación en el ecodiseño, etc.). La revolución de la basura corre paralela a una revolución de la vivienda que la hará más racional, eficiente, e integrada a la producción de datos, el 5G apenas un inicio.
[29] Marx confrontó las tesis maltusianas con un experimento histórico: el azote del hambre en Irlanda hacia 1846 que mató a más de un millón de seres humanos y provocó un gigantesco éxodo hacia Estados Unidos. La riqueza de ese país no fue alterada. De haber sido correcta la suposición de Malthus: la situación de los irlandeses debió mejorar al haber disminuido la población. Pero los salarios se mantenían igual de bajos, el trabajo era tan abrumador como siempre y la miseria otro tanto. La población irlandesa decrecía, las rentas de la tierra no dejaban de proliferar, la despoblación era sistemáticamente explotada por los terratenientes. Todo lo cual llevó a una aceleración de la revolución agraria: la centralización del capital agrario redujo arrendamientos y concentró la propiedad de la tierra. La acumulación de renta agraria significó acumulación de irlandeses que militaban la liberación nacional, desde Estados Unidos, contra la verdadera causa de la pobreza de su nación: la opresión inglesa que buscaba reducirlos a pradera del pastoreo vacuno.
[30] Thomas Robert Malthus, Primer ensayo sobre la población, Editorial Altaya, página 120, edición digital.
[31] Thomas Robert Malthus, op. cit., página 139, énfasis añadido.
[32] Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisee) 1857-1858, México, Siglo XXI, 2009, trad. Pedro Scaron, páginas 117-118.
[33] Existen cientos de miles de trabajadores, muchos de bajos ingresos, sin los cuales no existirían sistemas de IA como ChatGPT. Es el proletariado inmaterial de las grandes empresas tecnológicas que se desempeñan, en general, en países pobres en el hemisferio Sur, "entrenando" a los sistemas de IA. Estos hombres y mujeres realizan una tarea tediosa -y potencialmente dañina para la salud mental y sus trabajos son indispensables para que funcionen programas como ChatGPT. Etiquetan millones de datos e imágenes para enseñarle a la IA cómo actuar. Una investigación de la revista TIME reveló que muchos de los etiquetadores de datos, subcontratados por OpenAI para entrenar a su ChatGPT, recibieron sueldos de entre US$1,32 y US$2 la hora. Disponible en: [https://www.bbc.com/mundo/noticias-64827257]
[34] Karl Marx, El Capital, Crítica de la economía política, Tomo I, Libro I, El proceso de producción del capital, Nueva versión del alemán Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 2019, páginas 573-574, énfasis añadido.
[35] Esto es lo que genialmente Deleuze & Guattari le van a criticar y cuestionar a Lacan respecto a su concepto de deseo: que lo comprende de un modo ahistórico y que le inyecta una falta, una carencia de objeto, que prolonga una definición platónica del humano. El capital transforma nuestra comprensión ontológica del deseo de un modo revolucionario. Bajo su dominio, por primera vez en la historia, el deseo deviene pura producción: el trabajo del deseo, el trabajo deseante, produce su propio objeto como objeto delirante del trabajo infantil. El asunto no es que “el bebe no encuentra teta, entonces delira una teta”. El asunto es que la teta delirada es la teta misma como producción deseante del niño. Por eso, al deseo no le falta nada, no conoce de ninguna media naranja, ni de ningún significante primordial, al deseo se le inyecta carencia, escasez, falta, para hacerlo normal, es decir, neurótico, edípico, burgués. Deleuze & Guattari van a decir que tanto Freud como Lacan descubrieron el carácter revolucionario de la producción deseante, con sus objetos parciales, con sus objetos a, para luego encubrir este descubrimiento y someterlo a una teología de la carencia que permite actualizar, dispositivo psicoanalítico mediante, la conducción de la conciencia. Del pastor, al jefe, al psicólogo.
[36] Este horizonte de expansión puede poner en crisis, en un futuro cada vez más cercano, a la ganadería industrial; se trata de una posibilidad ya que existen dificultades prácticas (barreras) que deben estudiarse, pero, desde luego, no son eternas ni muchos menos imposibles de ser superadas, por la propia producción de carne de laboratorio. Respecto a este asunto recomendamos el documental de la televisión alemana pública (DW) “El consumo de carne y sus alternativas”. Disponible en: [https://youtu.be/E4Ktsqk8yAw] Asimismo, subrayamos el modo en que la empresa Solar Foods presenta su proteína Solein afirmando que “la producción de proteína no debería estar limitada a los recursos naturales del planeta”. Disponible en: [https://solarfoods.com/solein/] Para una exposición sumaria del proceso implicado, este video promocional del Dr. Juha-Pekka Pitkänen, co-fundador de Solar Foods resulta por demás estimulante: [https://youtu.be/z8zuqR95fqA] Y la competencia, la carrera por la innovación en este sector alimenticio-biotecnológico, está “al dente”: el 16 de noviembre del 2022 la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó la carne cultivada en laboratorio, autorizando a UPSIDE FOODS a comercializar sus productos (células de pollo cultivadas). Disponible en: [https://www.fda.gov/food/cfsan-constituent-updates/fda-completes-first-pre-market-consultation-human-food-made-using-animal-cell-culture-technology] Tampoco puede soslayarse el impacto que tiene la subsunción del capital cibernético sobre los sistemas de comercialización de alimentos. Las cadenas de supermercados del tipo Carrefour, apoyados meramente en fondos financieros, tienen los días contados ante el sistema de negocios que organizan Amazon Foods o los gigantes chinos entre lo digital y lo físico. Desde descuentos en alimentos por poseer una suscripción a Amazon Prime hasta la articulación entre laboratorios de comida y el gran público que accede a controlar, mediante aplicaciones, la calidad proteínica de los alimentos frescos. El ejército de trabajadores se desplaza de la atención al cliente (las tiendas son completamente automatizadas) hacia el despacho de los pedidos y se concentran en depósitos de mercancías en cuanto apéndices de robots inteligentes.
[37] Disponible en [https://www.believermeats.com/our-vision]
[38] Disponible en [https://impossiblefoods.com/]
[39] Disponible en: [https://bichosdecampo.com/bioceres-informo-a-sus-accionista-sobre-los-rendimientos-del-trigo-hb4-en-medio-de-la-debacle-provocada-por-la-sequia-habria-superado-en-43-a-las-variedades-convencionales/]
[40] Disponible en: [La IA de Meta desbloquea millones de proteínas que podrían ayudar a desarrollar nuevos fármacos | El Mundo | DW | 17.03.2023]
[41] Aunque el estudio de Open IA sobre las profesiones amenazadas del futuro sea metodológicamente inconsistente, sus conclusiones no dejan de ser sugestivas e interesantes de explorar. Disponible en: [https://www.eldiarioar.com/tecnologia/trampas-estudio-viral-openai-profesiones-afectadas-inteligencia-artificial_1_10059247.html]
[42] Crawford, Kate, Atlas de la inteligencia artificial: poder, política y costos planetarios, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2022, trad. Francisco Diaz Klaassen, páginas 97-98.
[43] Oponer “nacionalismo” y “globalismo” como si fueran cuestiones antagónicas constituyen sandeces desesperadas de la política mediática entre el resentimiento, la inseguridad y el escándalo. Los nacionalismos son tan globalistas como parecidos sus programas, los modos de intervenir en “la arena pública”: cortados por la tijera de Steve Bannon. En todos ellos, el énfasis en lo nacional ya no tiene que ver con limitar al mercado sino con producir mercados. El neo-nacionalismo es un efecto de la mundialización del capital, de las luchas interestatales, por tecnología, al interior del Imperio (por posiciones en su jerarquía), de las renovaciones de la globalización como ideología: la propia globalización se presenta ahora como reafirmación del Estado. Los globalistas neo-nacionalistas buscan levantar a aquellos que “se cayeron de la globalización” contra las elites, las oligarquías, el mundo financiero; buscan cuidar al mercado interno, crear empleos, fortalecer al Estado frente al descontrol de “la globalización”. Las investigaciones que trabajan actualizando los análisis de Polanyi son muy interesantes al respecto. Disponible en: [https://economicsociology.org/2023/04/16/the-rise-of-the-capital-state-and-neo-nationalism-a-neo-polanyian-perspective/]
[44] Tal, el producto de empresas como Salesforce. Disponible en: [https://www.salesforceairesearch.com/research/science] Cabe destacar el trabajo de dos ex trabajadores de esta empresa, me refiero a los actuales CEOs Bryan McCann and Richard Socher del buscador You que lanzaron al mercado, mucho antes que Bing, al mencionado producto capaz de integrar en sus búsquedas a las redes sociales, al ChatGPT, a la IA generadora de imágenes Stable Diffussion al tiempo que ofrecen búsquedas más seguras, sin recolectar data de los usuarios, aumentando la privacidad y sin publicidad dirigida. Disponible en: [https://you.com/] La idea de que el capitalismo no genera descubrimientos científicos esenciales como fue capaz de hacerlo en la época de la revolución industrial me parece del todo errónea, basta con solo indagar en los descubrimientos entre 2010 y 2020. Disponible en: [https://www.nationalgeographic.es/ciencia/2019/12/mejores-20-descubrimientos-cientificos-de-la-decada] Asimismo, la aceleración de la ciencia no deja indemnes, desde luego, a los paradigmas, que se destruyen y recrean en una velocidad mayor a la vista en siglos anteriores.
[45] El paper "High-resolution image reconstruction with latent diffusion models from human brain activity" de Shinji Nishimoto & Yu Takagi ha dado muchísimos de que hablar a las redes sociales desde su reciente publicación. Disponible en: [https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2022.11.18.517004v1]
[46] Assange, Julian, Criptopunks: la Libertad y el futuro de internet, Buenos Aires, Marea Editorial, 2013, trad. Nicolás Lerner, página 51.
[47] Films recientes como “Aloners” (Hong Sung-eun, 2021), “Jung_E” (Yeon Sang-ho, 2022) o “Hater” (Jan Komasa, 2020) o la infaltable “Her” (Spike Jonze, 2013), entre tantos, muestran el rostro integrado de la ciudad inteligente mientras que series como “ZeroZeroZero” (Stefano Sollima, 2020) “Your Honor” (Peter Moffat, 2020-2023) o “Mayor of Kingstown” (Taylor Sheridan, Hugh Dillon, 2021) exponen su reverso excluyente. Ciudad Inteligente y Ciudad Narco son el interior y exterior de la misma forma siendo el control algorítmico ubicuo el hilo negro que los recorre, integra y diferencia derrotando la anomia con comunicación sistémica y dinero virtual: la metrópolis mundial anticipa la anomia anulándola como semántica del hombre preocupado por el estado del mundo. Así como el París del siglo XIX es inconcebible sin Baudelaire: el despliegue imaginario-instituyente de la ciudad inteligente del siglo XXI es impensable sin sus folletines tecnológicos, sin esas series distópicas —(“Mr. Robot” (Sam Esmail, 2015-2019), “Black Mirror” (Charlie Brooker, 2011-2019), “WestWorld” (Jonathan Nolan & Lisa Joy, 2016-2022), “Years and Years” (Russell T Davies, 2019)” The Peripheral” (Scott Smith, 2022), etc.) — que pueblan con imágenes y deseo a la mentalidad contemporánea.
[48] Emile Durkheim, Las reglas del método sociológico y otros ensayos de metodología, Compilación y estudio introductorio de Jorge Galindo, Juan Pablo Vázquez y Héctor Vera, trad. Ernestina de Campourcín, México, Fondo de Cultura Económica, 2019, Página 82.
[49] Fabián Ludueña Romandini, Ontología Analéptica: Vampirismo y Licantropía en el origen y destino de la vida, Miño y Dávila Editores, Buenos Aires, 2022, Página 134.
[50] Me refiero al trabajo periodístico de Carlos Pagni “El nudo: Por qué el conurbano bonaerense modela la política argentina”. Específicamente al capítulo “Villa”. El costo de urbanizar villas. Que siguiendo algunos informes calcula en 32 mil millones de dóls. Esos costos pueden ser reducidos en largo plazo de la competencia tecnológica de las arquitecturas inteligentes de casas prefabricadas. Viviendas minimalistas, tecno-ecológicas, en la concepción de una urbanización más planificada y racional que la actual. Ni siquiera se discute. Pensamos con cemento. Este excelente y aconceptual trabajo de investigación tiene el mérito de describir al pauper nacional y popular: umbanda, hacinado, políticamente estafado, ahogado en violencia narco y delincuencia. Como todo liberal, Pagni toma la superficie del fenómeno (la política económica en general) como esencia del proceso histórico. El conurbano es, simplemente, el otro polo de la acumulación de capital en Argentina; su miseria no se explica por la “falta de un sistema de reglas”: es miseria típicamente capitalista.
[51] Esto es: producir una adecuada relación entre semiósfera y biosfera.
[52] Disponible en: [https://www.nbcnews.com/business/consumer/most-jobs-created-2005-are-temporary-or-unsteady-n693631]
[53] Que el estado argentino mediante su famosa “política social” -tan denostada por parte de los agentes del capital financiero internacional (liberales y neoliberales de toda calaña) - complete con subsidios el salario nominal de los pobres no tiene absolutamente nada de nuevo. El proletariado agrícola británico recibía, en virtud de la Ley de Pobres, sea en 1795 o 1814, en forma de limosnas, por parte de las parroquias, una parte del salario. Completando el pagado por el arrendatario. Este asunto lo estudió Marx en el primer tomo del Capital en sus notas a la Ley General de la Acumulación Capitalista. Los siervos de la parroquia de ayer son hoy siervos del Estado. Los hijos de estos siervos, territorialmente gobernados, por punteros y políticamente dominados por señoras de bien, expertas en pobreza con perspectiva de género, provenientes de ONGs, Fundaciones y Alta Administración Pública: ¿deberían votarlas con fervor o desear que algún Joker prenda fuego al mismísimo Estado?
[54] La cibernética de segundo grado ha refutado ecológicamente el saqueo del entorno de la cibernética de primer grado comprendiendo al medio ambiente de los sistemas como diferencia: los sistemas ya no vampirizan al entorno, lo cuidan.
Leonardo Fabián Sai
Sociólogo (Universidad de Buenos Aires), ensayista, docente, coeditor de la Revista Cultural “Espectros”.
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