La psyché y el espacio: “conclusiones, ideas, problemas”
Es ist, wie man sieht, wieder eine Frage des Aussen und Innen
Sigmund Freud
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Una vez más, sostenidos en hombros de gigantes –invisibles, como cualquier verdadero gigante que se atreve al pensamiento de los bordes y de los riscos y se alimenta de los intersticios que deja la compartimentación disciplinar–, nos hallamos aquí frente a una nueva oportunidad.
Nuestro escrito pretende sentar algunas bases filosófico-políticas para el abordaje de los problemas que atañen a la psiquis y al espacio en su conjunto.
Dado el abatido momento que están atravesando aquellos procesos en los que intentan encontrarse el pensamiento crítico y la escritura académica no ahondaremos aquí en meras rectificaciones de nuestro marco teórico, puesto que implicaría para nosotros un costoso desvío de esfuerzos. Nos referimos a la obra de Sigmund Freud que, no solo ha sufrido objeciones de toda índole, sino también lecturas parcializadas que han lanzado tanto al corpus psicoanalítico como a su autor fuera de una consideración seria, justa y fiel.
Entonces, nos dedicamos a retomar la concepción psicoanalítica freudiana de la psyché como extensa, lo cual de por sí solo podemos corresponder introductoriamente. Luego, focalizaremos en el antiquísimo problema del adentro y el afuera que Freud subraya en La negación (1925), y que Jacques Lacan y Jean Hyppolite comentan en uno de los coloquios del seminario de técnica freudiana celebrado en la clínica de la Facultad en el hospital Saint-Anne, el 10 de febrero de 1954. Identificamos, con ello, el problema de la localización de la psyché como un problema filosófico-político.
La relevancia de esta presentación no tardará en ser develada, tanto por la inmediatez de las resonancias con el estado actual de los procesos del devenir-sujeto, como por la urgencia sublimada en este escrito.
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Las vicisitudes de la vida anímica
Más allá de sus distintas ordenaciones metapsicológicas que pueden identificarse en el devenir de sus escritos, Freud fue sumamente cauteloso respecto de una formulación estricta sobre la psiquis, considerando en distintos momentos que se trataría de una tarea reservada al pensar filosófico. Sin embargo, hacia el final de su obra dio con algunas claves que le permitieron identificar el problema más fundamental respecto a la psiquis: aquel referido a su localización.
Lo que permitió este reparo fue, fundamentalmente, el giro hacia su hipótesis tópica. La insólita (así la llamó Freud) concepción espacial del aparato psíquico debía entenderse como relativa a una tópica que nada tenía que ver con la anatomía encefálica –en verdad, dice Freud, sólo la roza en un punto: el sistema percepción. Y esta intelección no debería deparar dificultades si no fuera por “nuestra total ignorancia acerca de la naturaleza dinámica de los procesos anímicos” (Freud, 1992d, p. 93).
Y como es usual en la obra freudiana para contrarrestar dificultades en la representación no han faltado analogías:
“Suponemos que la vida anímica es la función de un aparato al que atribuimos ser extenso en el espacio y estar compuesto por varias piezas; nos lo representamos, pues, semejante a un telescopio, un microscopio, o algo así. Si dejamos de lado cierta aproximación ya ensayada, el despliegue consecuente de esa representación es una novedad científica. Hemos llegado a tomar noticia de este aparato psíquico por el estudio del desarrollo individual del ser humano” (Freud, 1992e, p. 143).
No hay rastros de a qué se refiere con telescopio, microscopio o algo así. Lo cierto es que sin necesidad de divagar demasiado pues podemos decir que se refiere a un aparato que nos permite ver, entender, percibir algo que sin él no alcanzamos. Algo que instaura una dimensionalidad imposible para el hombre sin ciencia.
La división política del aparato
Cuando se propone indagar en las piezas que componen el aparato psíquico –que también llama “instancias, comarcas, provincias” (Freud, 1992d, p. 92)– no tarda en advertirnos respecto a un engaño fundamental: del sentimiento de nuestro sí-mismo.
La investigación psicoanalítica supo explicar que el yo se continúa hacia adentro, hunde sus raíces en el ello inconciente sin frontera tajante. Pero hacia “afuera”, “parece el yo afirmar unas fronteras claras y netas” (Freud, 1992c, p. 67). Nada se interpone con la experiencia de un yo propio, de una sensación de discernimiento entre el yo y el mundo exterior. Sólo no es así, explica Freud, en un estado de enamoramiento, donde el enamorado asevera que yo y tú son uno solo. O en estados patológicos, donde los límites entre yo y el mundo exterior se trazan de manera inefectiva: “casos en que partes de nuestro cuerpo propio, y aun fragmentos de nuestra propia vida anímica –percepciones, pensamientos, sentimientos–, nos aparecen como ajenos y no pertenecientes al yo, y otros casos aún, en que se atribuye al mundo exterior lo que manifiestamente se ha generado dentro del yo y debiera ser reconocido por él” (Freud, 1992c, pp. 67-8).
Hasta aquí diríamos que son estados que podríamos calificar de “enfermizos”, perturbadores de un sentimiento yoico por lo demás imperturbable. Sin embargo, el psicoanálisis en su estudio genético del desarrollo pulsional muestra que este sentimiento yoico del adulto no existe desde el comienzo y la experiencia de la espacialidad conformada en un adentro-afuera no depende más que de las operaciones más básicas de la vida anímica.
Esto es algo que ya comenzaba a aparecer en sus formulaciones sobre la pulsión como concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático.
“Imaginemos un ser vivo casi por completo inerme, no orientado todavía en el mundo, que captura estímulos en su sustancia nerviosa. Este ser muy pronto se halla en condiciones de establecer un primer distingo y de adquirir una primera orientación. Por una parte, registra estímulos de los que puede sustraerse mediante una acción muscular (huida), y a estos los imputa a un mundo exterior; pero, por otra parte, registra otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo {Drang} constante; estos estímulos son la marca de un mundo interior, el testimonio de unas necesidades pulsionales. La sustancia percipiente del ser vivo habrá adquirido así, en la eficacia de su actividad muscular, un asidero para separar un «afuera» de un «adentro»” (Freud, 1992a, p. 115).
No se puede huir de la pulsión
La introducción del concepto de pulsión en su diferencia con el de estímulo le exige a Freud un tratamiento sobre la constitución espacial de la psiquis. La oposición yo-no yo se impone tempranamente al ser humano por su indefensión frente al Drang de la pulsión, de la cual no puede huir. Esa oposición adentro-afuera, dice Freud (1992a), “reina soberana principalmente en la actividad intelectual, y crea para la investigación la situación básica que ningún empeño puede modificar” (p. 128).
En un primer momento, el lactante no separa su yo de un mundo exterior como fuente de las sensaciones que le afluyen. En algún momento, debe causársele la impresión de que ciertas fuentes de excitación se le sustraen temporariamente y sólo consigue recuperarlas clamando por su aparición –para el lactante, el pecho materno. Así, por vez primera, se contrapone al yo “un «objeto» como algo que se encuentra «afuera» y sólo mediante una acción particular es esforzado a aparecer” (Freud, 1992c, p. 67). A ello se le agrega la tendencia a segregar del yo todo lo que pueda devenir fuente de displacer, a formar un puro yo-placer “al que se contrapone un ahí-afuera ajeno, amenazador” (Freud, 1992c, p. 67).
No tardaríamos en ver que estas pretensiones del primitivo yo-placer no coinciden con las vicisitudes de las exigencias pulsionales. El hecho de que mucho de lo que se quiera conservar porque dispensa placer pertenezca a los objetos de satisfacción pulsional, sumado al hecho de que mucho de lo displacentero se origina al interior de un cuerpo, trastoca el principio de placer y permite instaurar un principio de realidad basado en un yo (interno) separado de un mundo exterior, que lo asistiría en defenderse de situaciones amenazadoras. Los desarrollos sobre la constitución del narcisismo se basan en este punto. Originariamente, dice Freud, el yo lo contiene todo y solo más tarde segrega de sí un mundo exterior.
El establecimiento de una base espacial
¿Cómo entender semejante proceso? En un brevísimo texto titulado “La negación” (1925), Freud explica que el sentimiento yoico del que hablábamos antes no puede comprenderse sin una referencia a la psicogénesis del pensamiento.
En aquel escrito, indica que la función del juicio debe, por un lado, atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa –juicio de atribución– y, por otro lado, debe admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad –juicio de existencia. Respecto del primero, dice:
“La propiedad sobre la cual se debe decidir pudo haber sido originariamente buena o mala, útil o dañina. Expresado en el lenguaje de las mociones pulsionales orales, las más antiguas: «Quiero comer o quiero escupir esto». Y en una traducción más amplia: «Quiero introducir esto en mí o quiero excluir esto de mí». Vale decir: «Esto debe estar en mí o fuera de mí». El yo-placer originario quiere, como lo he expuesto en otro lugar, introyectarse todo lo bueno, arrojar de sí todo lo malo. Al comienzo son para él idénticos lo malo, lo ajeno al yo, lo que se encuentra afuera” (Freud, 1992b, pp. 254-5).
De cierta forma, el juicio de atribución instala –en consonancia con los requerimientos del yo-placer originario– las coordenadas espaciales en las que se asienta la vida psíquica: un adentro y un afuera correspondiente con las fronteras entre placer-displacer. Y el examen de realidad, como instancia que se desarrolla desde este yo-placer inicial, es aquel que se instala y se corresponde con el juicio de existencia:
“Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa del mundo) debe ser acogido o no en el interior del yo, sino de si algo presente como representación dentro del yo puede ser reencontrado también en la percepción (realidad). De nuevo, como se ve, estamos frente a una cuestión de afuera y adentro. Lo no real, lo meramente representado, lo subjetivo, es sólo interior; lo otro, lo real, está presente también ahí afuera. En este desarrollo se deja de lado el miramiento por el principio de placer. La experiencia ha enseñado que no sólo es importante que una cosa del mundo (objeto de satisfacción) posea la propiedad «buena», y por tanto merezca ser acogida en el yo, sino también que se encuentre ahí, en el mundo exterior, de modo que uno pueda apoderarse de ella si lo necesita” (Freud, 1992b, p. 255).
Así, termina de instalarse un adentro y un afuera en función de lo no-real (lo representado –y, agregamos, representable–) y lo real (aquello que reencontramos en la percepción y de lo que podemos apoderarnos).
De esto se desprenden distintas cuestiones que cabe destacar.
Conclusiones, ideas, problemas (1941 [1938])
En primer lugar, rescatamos la cualidad de las representaciones como provenientes de las percepciones, como repeticiones de éstas. Originariamente, dice Freud (1992b), la existencia misma de la representación “es una carta de ciudadanía que acredita la realidad de lo representado” (p. 255). En este sentido, la facultad de pensar implica volver a hacer presente aquello que una vez fue percibido y cuya presencia objetiva es prescindible. El examen de realidad, en este sentido, no tiene por fin hallar en la percepción un objeto que se corresponda a lo representado, sino “reencontrarlo, convencerse de que todavía está ahí” (Freud, 1992b, p. 255).
Por otro lado, se desprende el hecho de que la función del juicio, en su aspecto intelectual no puede ser separada del juego de las mociones pulsionales primarias. La afirmación o introyección en el yo y la negación o expulsión, son tanto funciones intelectuales como afectivas que solo pueden entenderse en estos términos. En este sentido, hablamos de una génesis del pensamiento.
Y, por último, cabe explicitar que esta coordinación espacial de la psiquis es la que permite operar, tomar del mundo, apoderarse, dominar(se) –en fin– conformar un ser psíquica y políticamente definido. “Lo que está aquí en juego es la génesis ‘del exterior y del interior’” (Hyppolite, 2008, p. 843).
Con todo, lo que enseña Freud es que el problema de la localización de la psiquis es, a la vez, el problema de la inescindibilidad de lo intelectual con lo afectivo, de la artificialidad de la certeza yoica, del arraigamiento de la conciencia en el inconciente y de la constitución subjetiva en términos de presencia-ausencia. En este texto, “La negación” (1925), se condensan todos estos aspectos y vale la pena indagar en el comentario a continuación a partir del eje fundamental: el lenguaje, que define al ser hablante.
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Hablan Jacques Lacan y Jean Hyppolite
Estaba claro para Freud y sus contemporáneos lectores que el fenómeno de la conciencia, como estado, depende de la percepción, puesto que todas las sensaciones (concientes) nacen por una percepción “dolorosa, táctil, auditiva o visual”. Lo que no estaba claro y le deparó innumerables enemigos, objetantes y críticos era cómo comprender los procesos inconcientes.
“Los procesos del pensar, y lo que pueda serles análogo en el interior del ello, son en sí inconcientes y se conquistan el acceso a la conciencia mediante su enlace con restos mnémicos de percepciones visuales y auditivas por la vía de la función del lenguaje. En el animal, que carece de lenguaje, estas constelaciones habrán de ser por fuerza más simples. (Freud, 1992d, pp. 93-4).
Si bien, como vemos, la pesquisa por la función del lenguaje como mediador simbólico ya estaba presente en la obra de Freud, Jacques Lacan le adjudicó el lugar más central en el problema del ser del sujeto: el parlêtre.
De cierto modo, diremos que es Lacan quien recompone el vínculo entre el psicoanálisis con la filosofía para pensar el ser hablante a partir de su relación con el lenguaje.
La densidad de Freud es filosófica
En principio, en su diálogo con Jean Hyppolite sobre “La negación” (1925), concuerdan en que el corpus psicoanalítico freudiano se asienta sobre la dialéctica hegeliana; y de ello no faltan pruebas.
“Por tanto, nuestro sentimiento yoico de hoy es sólo un comprimido resto de un sentimiento más abarcador –que lo abrazaba todo, en verdad–, que correspondía a una atadura más íntima del yo con el mundo circundante. [...] Ahora bien, ¿tenemos derecho a suponer la supervivencia de lo originario junto a lo posterior, devenido desde él? Sin duda alguna; un hecho así no es extraño al ámbito anímico ni a otros. [...] en el ámbito del alma es frecuente la conservación de lo primitivo junto a lo que ha nacido de él por trasformación” (Freud, 1992c, pp. 68-9).
El desarrollo libidinal al que Freud dedica la elaboración de toda su obra no refiere más que al devenir de la pulsión en la historia de la vida de un ser hablante. Sin ahondar demasiado en este asunto, muchas de las nociones fundamentales del psicoanálisis no se explican sin aludir directamente a la Aufhebung hegeliana, como inhibición, síntoma y angustia. Esta noción indica a la vez “negar, suprimir y conservar, y en el fondo levantar”, dice Hyppolite (2008: 838-9). Haciendo referencia en particular al problema de la (de)negación, nos recuerda las pautas freudianas “‘La denegación es una Aufhebung de la represión pero no por ello una aceptación de lo reprimido’” (Hyppolite, 2008, pp. 838-9).
Otra de las cuestiones que aborda “La negación” (1925) es el problema de la resistencia en análisis, que muchas veces aparece bajo la forma –justamente– de la denegación. Respecto de esta resistencia, que Freud calificaba como yoica, explica Lacan (2008a) que allí se muestra una de las formas más puras en que el yo puede manifestar su función en la dinámica del análisis (p. 355). Es decir, logra captarse que el yo, tal como opera en la experiencia analítica, no tiene nada que ver con la unidad supuesta de la realidad del sujeto que el mundo psi –puntualmente, la psicología llamada general, dice Lacan (2008a)– abstrae instituida en sus ‘funciones sintéticas’ (p. 355). Se desprende de ello una definición del yo, acorde a su opacidad:
“El yo del que hablamos es absolutamente imposible de distinguir de las captaciones imaginarias que lo constituyen de cabo a rabo, en su génesis como en su estatuto, en su función como en su actualidad, por otro y para otro. Dicho de otra manera, la dialéctica que sostiene nuestra experiencia, situándose en el nivel más envolvente de la eficacia del sujeto, nos obliga a comprender el yo de punta a punta en el movimiento de alienación progresiva en que se constituye la conciencia de sí en la fenomenología de Hegel. Lo cual quiere decir que si tienen ustedes que vérselas, en el momento que estudiamos, con el ego del sujeto, es que son ustedes en ese momento el soporte de su alter ego” (Lacan, 2008a, p. 355).
Hyppolite (2008) considera que en el texto “La negación” (1925) se concentra toda la densidad filosófica del psicoanálisis de Freud y, aún más, aquellas páginas –dice– “ponen todo en tela de juicio” (p. 842). Las observaciones allí esbozadas acarrean, señala Hyppolite, toda una filosofía, toda una estructura de pensamiento.
El estructuralismo de Freud a pesar suyo
En el mismo sentido, Jacques Lacan, en su respuesta al comentario del filósofo, expresa que la creación simbólica de la negación a la que Freud hace referencia debe concebirse como un momento mítico (más que uno genético) puesto que incumbe a una relación del sujeto con el ser (y no a una relación del sujeto con el mundo).
“La Verwerfung pues ha salido al paso a toda manifestación del orden simbólico, es decir, a la Bejahung que Freud establece como el proceso primario en que el juicio atributivo toma su raíz y que no es otra cosa sino la condición primordial para que de lo real venga algo a ofrecerse a la revelación del ser, o, para emplear el lenguaje de Heidegger, sea dejado-ser. Porque es sin duda hasta ese punto alejado adonde nos lleva Freud, puesto que sólo ulteriormente una cosa cualquiera podrá encontrarse allí como ente. Tal es la afirmación inaugural, que no puede ya renovarse sino a través de las formas veladas de la palabra inconsciente, pues sólo por la negación de la negación permite el discurso humano regresar a eso” (Lacan, 2008b, p. 368).
Los términos del adentro-afuera quedan establecidos por aquello simbolizable por la Bejahung, por un lado, y por otro, lo verworfen, como lo cercenado de la abertura al ser. Así, indica Lacan (2008b), cabe comprender la Einbeziehung ins Ich, la introducción en el sujeto, y la Ausstossung aus dem Ich, la expulsión fuera del sujeto. Esto último es lo que subsiste fuera de la simbolización, y la formulación que le permite a Lacan insistir en la idea de que lo forcluido en lo simbólico, sustraído a las posibilidades de la palabra, aparece –erráticamente– en lo real; real en cuanto que es el dominio de lo que subsiste fuera de la simbolización.
La lectura lacaniana sobre La negación nos orienta en el vínculo entre sujeto, ser, lenguaje y espacio, ofreciendo una clave mítica para comprender la instauración del espacio de un dentro y de un fuera.
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Psyché ist ausgedehnt
Posiblemente, la relación entre espacialidad y psyché sigue presentándose opaca. Si no puede comprenderse que la opacidad se deriva del carácter de la mediación por el lenguaje pues además de opaca se presentará injustificada.
En 1941 se reunieron distintos anotaciones manuscritas de la letra de Freud bajo el título “Conclusiones, ideas, problemas” (1941 [1938]). Allí, de forma inconexa se encuentran párrafos y frases que datan de 1938, entre los que figura: “22 de agosto. La espacialidad acaso sea la proyección del carácter extenso del aparato psíquico. Ninguna otra derivación es verosímil” (Freud, 1992f, p. 302).
Freud sostiene Psyché ist ausgedehnt hasta el final de sus días. Y, en Esquema del psicoanálisis, uno de sus textos más tardíos, posiblemente el más relevante en términos de consideraciones metapsicológicas, anuda la idea de que la vida anímica, sus operaciones y sus piezas no pueden explicarse sin sostener que la psiquis es extensa.
Lo interesante de estas elaboraciones respecto del pensamiento es la temporalidad lógica con la que se presenta la formulación: aparato psíquico → espacialidad. Como decíamos previamente al retomar la apreciación filosófica de La negación que comentan Lacan e Hyppolite, debiéramos comprender las operaciones constitutivas del aparato psíquico, sobre todo, en función de la instauración mítica del espacio. Quizás allí resida, al mismo tiempo, la crítica y el homenaje más profundos a Freud; y conlleve considerar su obra como teoría psíquico-política más que como una teoría genética del desarrollo libidinal.
Nos queda por señalar el cuestionamiento radical que habilitan estas formulaciones respecto a las construcciones que se derivan de las ontologías antropomórficas como la identidad, la esencia-cuerpo y el sí-mismo. Éstos posibilitaban otrora la experiencia de un yo distinguible del mundo circundante y por ello las llamamos ficciones útiles. Ahora, estas construcciones se nos aparecen intempestivamente como extrañezas, como restos arqueológicos, dice Fabián Ludueña Romandini (2021). Explica el filósofo argentino que si estas creaciones del Homo están en crisis es puesto que se trata de una crisis de su soporte: la psyché.
Existe la oportunidad de pensar, junto a los gigantes, una psyché extensa, una psyché desbordada de los límites del yo-cuerpo; lo que implica la reinstauración de la pregunta por lo circundante y la formulación de una cosmología que entienda al alma como una existencia fuera-de-los-cuerpos. En el centro de esta pesquisa nos provoca ubicar la pregunta por lo inútil, por el desborde, por lo que sobra y (re)aparece.
Bibliografía:
FREUD, S. (1992a). “Pulsiones y destinos de pulsión”. En: Obras completas. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu.
FREUD, S. (1992b). “La negación”. En: Obras completas. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu.
FREUD, S. (1992c). “El malestar en la cultura”. En: Obras completas. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu.
FREUD, S. (1992d). “Moisés y la religión monoteísta”. En: Obras completas. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu.
FREUD, S. (1992e). “Esquema del psicoanálisis”. En: Obras completas. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu.
FREUD, S. (1992f). “Conclusiones, ideas, problemas”. En: Obras completas. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu.
HYPPOLITE, J. (2008). “Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud”. En: Lacan, J. Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 837-846.
LACAN, J. (2008a). “Introducción al comentario de Jean Hyppolite”. En: Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 351-362.
LACAN, J. (2008b). “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite”. En: Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 363-378.
LUDUEÑA ROMANDINI, F. (2021). Filosofía Primera. Tratado de ucronía post-metafísica. La comunidad de los espectros V. Buenos Aires: Miño y Dávila Editores.
Paula Sofía Gulman es becaria doctoral del CONICET y doctoranda en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es Magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural (IDAES-UNSAM) y Licenciada en Psicología (UBA). Es docente de la materia Psicología Educacional (FPSI-UBA). Ha participado en múltiples proyectos de investigación UBACyT y PIP. Publicó numerosos artículos con sistema de referato en revistas académicas especializadas (nacionales e internacionales) y participó como ponente en eventos académico-científicos. Actualmente, investiga sobre la noción psíquica de autoridad en el psicoanálisis y sus implicancias para el campo de la teoría política, abordando la problemática bajo las coordenadas actuales.